"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

lunes, 25 de diciembre de 2017

Habitación 335



En uno de esos momentos de autoestima por los suelos; cuando los pilares de mi fe parecían sufrir los vaivenes del pesimismo; cuando alcanzando la cima de la euforia espiritual no he sabido frenar la caída desde tan alto, siempre el Señor, siempre Él, acude en mi ayuda.

No merezco su mirada y la tengo; no hice méritos de premio y fui premiado.

Un mensaje, una invitación me llevó un día como hoy a la habitación 335 de un hospital cualquiera.

En esa habitación, una mujer débil en cuerpo, pero infatigable en alma, me recibió con sus grandes ojos de siempre y su sonrisa con sabor a sinceridad.

Seis personas y un solo Dios fuimos testigos del mayor y más grande misterio que el Creador ha dado al hombre y dará.

La entrega, el sacrificio, el mayor de los amores que nunca hubo ni habrá, se hizo presente en medio de esas cuatro paredes.

No habrá para mí un altar tan pequeño que contenga una fe tan grande.

No existirá recuerdo de una celebración tan especial como la que he vivido hoy. Desde la humildad, la mayor de las grandezas.

Notar el calor de una mano amiga que aprieta la mía mientras los presentes rezamos esa oración de un Padre que hoy fue más Nuestro que nunca.

Comer Su Carne, beber Su Sangre, fue un acto hermoso, íntimo; un acto que me llevó en segundos a otros tiempos, a otras gentes que asombradas y en una intimidad como la de hoy, compartieron ese mismo pan con Quien estando presente, eternamente nos acompaña desde entonces.

Dicen que los caminos del Señor son inescrutables; hoy al menos, no lo fueron para mí.

Hoy sentí más que nunca que Dios pone en mi camino ángeles sin alas; ángeles que con su dolor, con su enfermedad, con su lucha, con su cariño, con su amistad, arropan mi fe y me protegen de mis miserias.

Yo hoy he tocado, he sentido un pedacito de Cielo.

Y aunque todo esto pueda sonar a un hermoso cuento de Navidad, creo que lo mejor de él es que no lo es.

Mañana será otro día, pero el de hoy, no quiero que acabe nunca.



Dedicado a Laura; esa amiga, ese ángel sin alas que quiso que yo estuviera allí. Tu lucha es nuestra fuerza. Tu fe es la mía.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Resaca



Por exceso de cañas, licores o mal empleo de la fe en Dios, uno puede acabar siendo pasto del día, mes o tiempo siguiente sufriendo una terrible resaca espiritual.

Después de un bestial ascenso del alma sin tocar cielos, creo que estoy padeciendo una caída en picado sin arnés de seguridad.

Bajón físico, moral y lo más grave, bajón en forma de una de esas crisis de fe que nunca pensé padecer.

No hallo un oasis en el desierto en el que me encuentro.

No percibo el abrazo de la fe.

La desgana, la apatía, la desilusión, la falta de positivismo, puede que sean claros síntomas de que estoy sufriendo una pájara de Espíritu que en mí ha dejado de ser Santo últimamente.

Me encuentro solo sin estarlo.

Me sentí muy solo en una lejana iglesia de un barrio bien. Sin amigos, sin compañeros, sin hermanos.

Y no debiera ser excusa, pero lo es.

Estoy con la familia sin ser familiar.

Estoy con los amigos, pero sin la alegría de quien quiere dar a cambio de nada.

Veo, pero no escucho. Escucho, pero no veo.

Lo negro, me domina; lo negativo, me atrapa.

Miro al frente y a escasos tres metros, no Te veo; no Te rezo, no Te escucho, no Te siento.

Estoy vacío, muy vacío. No sé si marchaste, o marché. Si fui débil y me dejé atrapar por nuestro enemigo común en una red de la que me costará salir.

Bonitos tiempos para un cristiano elegí para caer; pero soy humano, soy débil, soy miserable y no soy nada sin Ti.

Pido perdones por adelantado, pero confieso que son de boca estrecha. Ya quisiera yo que fueran perdones de corazón desbocado, pero no lo son.

¡Ayúdame! Por mí y por todos mis compañeros.

Sé que Tus tiempos no son los míos, pero también sé que no me abandonarás en este desierto que quizás yo mismo forjé; pero como escuché por ahí…

“Date prisa en socorrerme”


sábado, 25 de noviembre de 2017

Golpe bajo



Me siento un pequeño hombre acurrucado en un rincón entre muchedumbre que escucha a otro hombre que sin ser mayor, sí es más grande.

Su habla le delata como francés y necesita de acompañante que le traduzca.

Casi no fue necesaria su traducción, porque este hombre no habló con la palabra; lo hizo con el sentimiento de quien se vio sorprendido primero por la maldad de lo humano y después por la grandeza de lo divino.

Un hombre que buscó en lejanas tierras su propio destino para bien de su alma y ayuda al prójimo.

Buscó silencios y encontró muerte; buscó esperanza y halló desesperación; buscó una paz en guerra y descubrió una guerra en paz. Quiso ser libre y encontró la mordaza del fanático que no ve más allá de su locura. 

Ojos de odio lo miraron y media sonrisa devolvió. Golpe a golpe lo trataron; "cuenta a cuenta", se curó.

Vivió día a día pensando que sería el último. Puede que así fuera, pero también pensó que podría ser el primero de una eternidad.

Pasaron los días y el odio de su carcelero y torturador se convirtieron primero en un silencio, después en una mirada y por último en un ¿necesitas algo? 

Ese día, ese hombre, supo más que nunca que en la soledad de una celda, nunca estuvo más y mejor acompañado. Llegó a pensar y decir que nunca encontró una libertad interior mayor que cuando estuvo preso, porque no necesitaba nada. 

Me impactó, lo admito. Y aún más lo hizo cuando quiso compartir íntimamente con los cientos de oídos atentos que le escuchábamos, aquello que cantó, rezó y fue su mejor compañera en los peores momentos de soledad y sufrimiento. 

Una oración, una canción que yo infravaloré tantas y tantas veces de repetitivos ensayos en ese coro que yo un día abandoné. 

Quise cantar con él y no pude. De mi garganta sólo podían salir notas de un pentagrama anegado de lágrimas.

Fue un golpe bajo señor Mourad; fue un golpe bendita y gloriosamente bajo, Señor.






G R A C I A S








 * Dedicado al Padre Jacques Mourad, secuestrado durante tres meses por DAESH en Siria. Gracias por compartir su experiencia con gentes que algún día quisiéramos llegar a ser como usted aunque para ello nos aguarda un larguísimo camino por recorrer.

* Dedicado también a todos aquellos (cristianos o no) perseguidos, maltratados y asesinados por el fanatismo ciego.

* Y por último, dedicado a ese Dios, mi Dios que me empuja de vez en cuando a reaccionar con golpes bajos que me hacen tanto bien.



domingo, 15 de octubre de 2017

Monumental


Visitar una ciudad como Toledo, es un regalo a los sentidos. Empaparse de su historia, sus calles y sus monumentos emblemáticos, es un ejercicio de reflexión con siglos de vida.

Calles empinadas, sudor en la frente, cansancio en las piernas, no son obstáculos para quien sepa apreciar lo hermoso de un lugar con olor añejo de otros tiempos lejanos en el recuerdo, pero muy presentes en el corazón de la grandeza de una cultura que debe perpetuarse en generaciones pasadas, presentes y futuras.

Mis pies traspasaron el umbral de una pequeña capilla casi escondida dentro de la majestuosidad de una catedral revestida de grandeza.

Una celebración eucarística que no por inusual, llamó mi atención en un reconocimiento que iba más allá de un acto afortunadamente habitual en mí.

La espiritualidad del momento, el silencio acordado de antemano, se vieron desbordados por la figura de un hombre cansado.

Un hombre ornamentado con ropajes obligatorios de quien por oficio debía presidir una liturgia siempre conocida y a la vez diferente para quien asiste a ella con hambre de paz espiritual.

Un hombre de pasos muy cortos, inseguro en sus movimientos, pero de férrea voluntad de servicio a los demás.

De voz engalanada de suspiros; de gestos imperfectos y movimientos a cámara lenta.

Su homilía, fue tan sincera como inexistente. Sólo unas palabras encerrando un gran discurso:

“La mejor homilía que puedo ofrecerles es que hoy me pueda encontrar ante ustedes”

Gran verdad para quien pareciera necesitar más una cama en descanso que una obligación del alma.


No pudo extenderse más allá de la propia celebración. Marchó por donde vino; en solitario, sus torpes pasos le llevaron a perderse por el interior de la historia, dejando atrás a un tipo como yo que además de a Dios, se llevó de allí el reconocimiento y la gratitud hacia un hombre al que seguramente jamás vuelva a ver, pero que me hizo sentir que la grandeza de una persona se mide también por la monumentalidad de sus actos.


sábado, 7 de octubre de 2017

A ras de suelo




Busqué un lugar donde llorar como un niño para sentirme mejor hombre.

Busqué un lugar, donde enterrar lo peor de mí abriendo alma, corazón y sentimiento.

Y lo encontré. Y al encontrarlo, me encontré también conmigo mismo. Con ese otro yo que no sabía, o no quería que existiera.

Un tipo imperfecto como el que más; desmadejado en pensamiento y obra; acelerado en conclusiones, crítica y orgullos.

Uno que pensó que era y no era así. Uno de tantos, que de poco hacía mucho sin darse cuenta que para ser algo, debía comenzar por ser nada.

Me dejé llevar. Ver, oír y sentir, fueron los verbos que me acompañaron y deseo me acompañen siempre.

He visto, oído y sentido, en apenas cuarenta y ocho horas, asombros escondidos, palabras en torrente, pañuelos enjugando miserias, abrazos en brazos de grandes hombres fundidos en ojos sinceros.

Hombres de grandes cumbres venidos a ras de suelo. Hombres que siendo grandes, ahora lo son aún más siendo pequeños.

Hoy, quien me conoce, sabe que mi fachada no cambió; pero mi mirada sí.

Una mirada con ojos de comprensión, de respeto, de sinceridad, de tristezas decoradas de alegría, de iras en calma y soledades tumultuosas.

Busqué un lugar donde llorar como un niño para sentirme mejor hombre…

… y lloré



INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo.
Inspírame siempre lo que debo pensar,
lo que debo decir, cómo debo hacerlo,
lo que debo callar, cómo debo actuar,
lo que debo hacer, para la Gloria de Dios,
bien de las almas y mi propia santificación.

Espíritu Santo, dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender, 
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar,
dirección al progresar
y perfección al acabar.

Amén

miércoles, 16 de agosto de 2017

Mar en calma



Me dejo llevar por la corriente para acabar en un mar en calma. El balanceo de las pequeñas olas me acomoda en un colchón de agua mansa que me hace ver un cielo azul sin nubes amenazantes.
 
Es la paz en soledad o la soledad en paz. Un pequeño viento y poco más.
Ese es mi estado espiritual actual. Diríase que es un estado deseable para todo cristiano; pero después de tres meses sin aparecer por aquí; de tres meses dejándome llevar por esa corriente del conformismo en el que me he lanzado sin salvavidas, es hora de decir alto y claro…
¡¡¡BASTA!!!
¿Este es el creyente que quiero ser? ¿Aquel que se acomoda en las costumbres de una vida mediocre, de oraciones, presignaciones y meditaciones sin meditar?
¡¡¡NO!!!
Es hora de volver a las andadas; de pelear y defenderme de mí mismo a la hora de mantenerme vigilante ante las acechanzas del demonio llamado pereza.
Es hora de quitarle las baterías al autómata de espíritu en el que me estoy convirtiendo.
Es hora de escuchar campanas sin campanario; oler inciensos sin olfato y leer con ojos de corazón lo que los oculares sólo se atreven a seguir en orden.
No puedo permitir visitar capillas sin ver a Dios, sin pedir, sin escuchar, sin sentir.
Sin forzar, me dejaré llevar, guiar y aconsejar nuevamente por Quien siempre está y no siempre descubro.
Mi mayor sacrificio, debe ser nuevamente el realizarlos. Sólo así, mente y cuerpo seguirán siendo dos en uno y lo que ahora es un mar, podrá volver a ser un alma en calma.


viernes, 5 de mayo de 2017

Un nuevo inquilino

Alguien llamó a mi puerta, abrí y al verlo supe que venía para quedarse.

De lejanas tierras se presentó inesperadamente sabiendo que al otro lado de esa puerta lo recibirían con los brazos tan abiertos como él.

Primero se abrió paso la perplejidad, luego vinieron el asombro, la esperanza, la admiración y el sentimiento de que quien vino era algo más que un simple amigo.

Porque esa amistad se forjó con voluntad de hierro; se forjó en las manos artesanas de quien deja volar imaginación, arte y una chispa de fe.

Y no hay palabras que puedan expresar tanto agradecimiento al artista y amigo, ni tanto amor, fe y confianza en un Inquilino que vino a mí para no marcharse jamás.




Oración

Señor, ayúdame a seguir por esas vías que te forjaron para no perder nunca el rumbo que nos lleve a mí y los míos hacia Ti.


P.D. Con mi mayor agradecimiento a Marcos Pérez Díaz, amigo y artista, por hacer de mi casa una familia con Uno más.


jueves, 27 de abril de 2017

Emaús

De todos es conocido el relato evangélico de los discípulos de Emaús.

De la forma en la que estos dos discípulos tuvieron la suerte de encontrarse con un Jesús resucitado aunque no llegaran a descubrirlo hasta que no partió el pan con ellos.

Yo he vivido una experiencia igual con una pequeña pero significativa diferencia: supe ver en el acto la presencia del Señor en otro señor que para más alegría y orgullo resulta ser un amigo.

Andaba yo cabizbajo, en modo de piloto automático que pasa por la vida sin excesiva alegría. Una de esas pequeñas crisis de identidad positiva que aunque corta en el tiempo porque no superó más allá de ocho días, sí que minó ánimo, fe y esperanza.

Ese subidón positivo durante meses anteriores en los que el hecho de ayudar a los demás o al menos intentarlo, sin morir en el intento, me hicieron un hombre de sonrisa sincera, dio paso en pocos días a un cierto modo de tristón y aletargado individuo de risa y rictus forzado.

Ese individuo idéntico a mí, pero sin mí,  se dirigió taciturno el pasado lunes al templo de siempre, a la misma hora y sonando las mismas campanas llamando a celebración vespertina.

Sentado en un banco esperando el inicio de una misa más, se acercó a mí un hombre delgado de pálida expresión que en voz baja y sentándose a mi lado me preguntó:

¿Te ha pasado algo que llevo varios días sin verte?

Ese hombre, es un amigo; ese hombre es un señor que con un simple gesto de esa amistad verdadera que echa de menos al otro, se preocupó por mí y por lo que me pudiera haber ocurrido.

No hizo falta que me preguntara más y una vez le respondí que “nada en concreto”, marchó por donde vino dejando en ese banco solitario a otro que ya no era ese hombre taciturno en el que me había convertido, sino a otro que volvía a ser yo mismo.

Será otra de esas “casualidades” que vivimos los que tenemos la suerte de tener fe en la FE.

El caso es que yo andaba por la vida caminando como uno de esos discípulos de Emaús, al que se le acercó un Señor vestido de amigo para preguntarle qué ocurría y preocupándose sinceramente por mí y mis circunstancias.

Y así, por arte de fe, amistad y cariño donde antes se dibujaban lúgubres presagios, pesimistas futuros y conciencias intranquilas, retomaba mi mente ese otro tipo que busca consuelo, apoyo y alegrías en Quien siempre aún sin necesidad de mostrarse más, sé positivamente que está.

El hecho de levantarme, recorrer un pasillo y que me ofrecieran el pan de la Eucaristía, fue algo a añadir a lo que yo ya sabía:

Mi vida, en cierto modo, también había resucitado.


lunes, 17 de abril de 2017

Alma cántaro



Éste sería perfectamente el apelativo que pudiera añadir a mi nombre y dos apellidos.

¡Qué frágil es el alma y la fe de quien no se asienta con cimientos profundos cuando los vientos y tempestades de la vida nos hacen tambalear!
Cuando en la escalada de la fe, la nuestra permanece aún en el campamento base, algo, alguien o un estímulo, son necesarios en ocasiones para retomar cordajes, pertrecharnos de fuerza de voluntad y reanudar la ascensión hacia la cima que todo buen cristiano debería al menos, intentar alcanzar.
Sentirse en ocasiones abstraído por el pesimismo, la desgana, el flaqueo de fuerzas, es humano. Incluso el Divino con toda Su Divinidad también tuvo momentos de flaqueza.
Más aún yo, pobre e ignorante Don Nadie que hago míos problemas donde no los hay; rutinas que no lo son o incluso personas que seguramente sin serlo, me propongo en ver como nocivas.
Y es en esos momentos en los que lo que yo llamo “casualidades”, se convierten en realidades a tiempo completo.
Pasó la Semana Santa y olvidé una Cuaresma sin Cuaresma.
No esperé nada inusual; mismos lugares, mismas celebraciones, iguales liturgias, procesiones y encuentros con personas y almas de siempre.
Pero sí ha sido diferente. Cuando menos uno lo espera, ahí actúa Quien siempre lo hace y pocas veces somos capaces de reconocer.
Sin motivo ni necesidad aparente, un amigo te invita a cantar a Dios rodeado de hombres que un día serán mis pastores entre tanta oveja descarriada que vagamos por el mundo.
Me tuve que armar de valor e incluso disfrazar mi fe de blanca alba.
Pero ¿cómo negarme si a ciencia cierta sé y sabré siempre que quien me empujó a hacerlo no fue nadie con alzacuello sino el Mismo Amigo, Colega y Señor que me hizo forzosamente voluntario a seguirle entre corcheas colgando de pentagramas?
No fue orgullo sino honor; no fue canto sino alabanza; no fui yo sino alguien mejor que yo quien se vistió de fe en un Jueves y Viernes que además de Santos, serán imborrables en mí.
Pero hubo más, mucho más. Hubo perdón, penitencia y propósito.
Hubo comunión con Dios y con mis gentes de bien; camaradería, risas, enfados disimulados, trabajo, torrijas y bacalao.
El gran abrazo del amigo enfermo que no necesita hablarme para expresarme lo que ambos sentimos mirándonos a los ojos.
Una caricia a un pelo corto de mujer que tomó su cruz con la convicción y la fortaleza de quien sabe que su fe es mayor que sus miedos.
Guante blanco acariciando madero, crucificado y espaldas en abrazos de porteadores que cumplieron con su deber.
Una mujer tranquila, muy tranquila, envuelta en dolor, leyendo como nunca palabras de Dios en la noche más especial de todas sabiendo que a sus espaldas era sostenida por un Espíritu más Santo que nunca.
Una hija que supo ver al Señor sentado a su lado con forma de pedigüeña habitualmente apartada por la insensibilidad humana a precio de una taza de café.
Aquella otra hija, que quiso enviarme desde lejos una fotografía de hoguera de fuego eterno.
En definitiva, tantas y tantas cosas que poco a poco van llenando esa alma cántaro que sólo busca no romperse jamás. 



P.D. No voy a dar nombres porque prefiero brindis y abrazos con las personas que han hecho posible que esta Semana Santa sin ser especial, realmente lo haya sido.
Si sólo pudiera poner un pero a estos días, sería el de que corrió mucha fe, pero poca cerveza. Tiempo habrá de retomar caminos y espuma blanca.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Pollito

La mente, de vez en cuando, me juega malas pasadas. No sé si estoy equivocado realmente y ni tan siquiera estoy seguro de si lo que voy a decir es irreverente o no, pero no es esa mi intención ni mucho menos.

Me llega de lejos y por oídas, un comentario de una mujer aparentemente seria que me hace reflexionar y dibujar media sonrisa complaciente.

Últimamente, parece que la enfermedad se ha cebado en nuestra parroquia con excesiva virulencia por ese mal de nuestros días de nombre cáncer y apellido traidor.

Quien corona este blog con su frase, nos dejó hace un año con la hiel en los labios de una enfermedad tan letal como rápida en su caso.

Por otro lado, un hombre con líos en forma de dudas existenciales y magnum imaginario, nos sigue alegrando el alma mientras se debate entre radios sin antena y quemazón en la garganta.

Y por último, la sonrisa hecha mujer, la dulzura y el positivismo de un corazón grande en un cuerpo pequeñito, se ven envueltos en papel de realidad cruda y durísimo futuro por un adversario que nos ha tocado a todos la fibra sensible por su presumible mala uva en quien merece vivir aquí y ahora los mejores momentos de una reciente maternidad.

Hechos todos estos que para una persona no creyente pudieran parecer malas suertes, desesperantes casualidades, cabronadas mil… y que sin embargo, en esta comunidad de conocidos, amigos, orantes, coristas (por cantar en coro), o simples creyentes de a pie, ha servido y sirve con más fuerza si cabe como nexo de unión y nunca mejor dicho, comunión entre las personas.

Unión en la fatalidad, unión en el sufrimiento de estos enfermos y sus familias.

Comprensión, solidaridad, preocupación, esperanzas compartidas y fe, fe y más fe.

¿Estamos locos? Quizás.

¿Somos diferentes al resto? No, pero tenemos la gran fortuna además de creer en Dios y de venirnos más arriba, si cabe, cuando los caminos se hacen cuesta arriba y el futuro se cubre de negros nubarrones.

Así que si todo esto es la voluntad de Dios, en cierto modo, me lo imagino y nos lo imaginamos agarrándose ese triángulo que le corona y diciéndose asimismo lo que un día una niña de dos años le dijo a un tierno animal:

“La que has liao Pollito”





  P.D. Dedicado especialmente a Pedro (allá en el sitio privilegiado en el que se encuentra), a Ricardo (amigo de todos, amigo mío) y a Laura (que acaba de empezar esa carrera de resistencia que vamos a ganar entre todos).

jueves, 16 de marzo de 2017

Apunta, dispara y reza

Allá donde el tiempo se detuvo; donde una maquinaria dejó de funcionar y sus engranajes se oxidaron con ese otro inexorable tiempo que no deja de avanzar para permanecer en una sempiterna hora de las doce y dieciséis; donde el olor a incienso permanece en las alturas; donde la tenue luz se hace íntima y los sonidos se hacen apenas audibles.
Donde arrodillarse no es rendición sino alabanza y donde los silencios son gritos al alma, allá me llevan los pasos de quien como yo busca respuestas a un mundo inmundo.
No es costumbre, ni hábito, obligación, ni automatismo existencial.
Quizás es la búsqueda incesante del hombre que soy yo, con el que realmente quisiera ser. Es el regreso al origen de donde todo partió y hacia donde todos tendemos a ir de una u otra forma.
Incomprensible para muchos, insondable para algunos e incluso odiada por otros, la fe se viste de historia en piedra y mármol.
Cruzar sus puertas, para mí es estar en casa. Un viaje al interior del pasado y una de las puertas para llegar al futuro que grita la historia de sus cimientos.
Golpes de pecho la pueblan. Quizás algunos de esos golpes no debieran ir dirigidos a otro lugar que no fuera al de la hipocresía de gentes que queriendo disfrazarse de lo que no son, se engalanan de falsedad.
Pero estos, no debieran emborronar ni amargar el buen caldo que se cuece a fuego lento dentro de los corazones y las almas de bien que la habitan.
Unos vistiendo en negros colores, otros vistiendo en multicolores prendas.
Pero todos, con un nexo común. Ese Señor presente en lo invisible de un Credo y que callado abre brazos de amistad y amor a quien se deje abrazar.
Pero ¡qué difícil es eso de mantener la fe en buen estado de revista!
Tenerla impoluta de sucios pensamientos, actos impuros, envidias, críticas, malhumores, recelos… y tantas y tantas cosas que alejan el bien del Bien.
Como un arma lista para el combate, deberemos mantenerla limpia y engrasada. Con su mira y mirada bien ajustada o como diría muy acertadamente una amiga, midiendo bien el calibre de nuestra fe.
Una expresión que me parece acertadísima para quien pretenda ajustar la mira telescópica que todos llevamos con el fin de ver con nitidez el objetivo final de quien sale a cazar el bien por esos mundos de Dios.
¡Buena caza!