"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

miércoles, 23 de septiembre de 2020

 



    Una noche más, una madrugada menos; en la capilla donde se detiene el tiempo durante las dos horas de reloj que marcan el tiempo de dos a cuatro.

   Un relevo habitual y un cuerpo tumbado abrazado a Morfeo en uno de los bancos de madera ocupado por un hombre cuyo destino no parece permitirle encontrar el refugio de un colchón que abrigara sus sueños.

   ¿Qué hacer en estos tiempos de mascarillas y miedos de almas y cuerpos?

   ¿Debiera por salud despertar al dormido e invitarle a salir dejando atrás ronquidos y estertores?

   ¿O por el contrario debiera velar su sueño mientras converso con el Santísimo que desde lo alto nos observa?

   En esa tesitura, busco consejo. El Consejo.  No fue larga la espera ni la conversación.

   Le miré, me respondió y comprendí:

 

“Abre ventanas y puerta y que corra el aire”

 

    Así hice y una suave brisa inundó la estancia dejando un ambiente de cierto frescor de recién estrenado otoño y una sensación de calma espiritual por la comprensión hacia el hermano que quizás soñaba y seguro merecía mejores días.