"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

jueves, 30 de junio de 2022

Nuevos retos, viejos recuerdos

 



Lo que comenzó siendo prácticamente una misión imposible, casi once años después siento que se ha convertido en una misión cumplida.

De aquel Luismi de menos canas y más fervor, el tiempo, las circunstancias y quizás la voluntad del Señor, han modelado ese otro que pareciéndose en lo físico, no se asemeja tanto en lo espiritual.

El bombardeo de adrenalina católica que supuso en mí aquella añorada y siempre presente JMJ de Madrid 2011, ha dado paso al cabo de los años, a un estado de inquietante rutina de cuerpo y alma.

La fe, persiste; el amor al Señor, también. Incluso el ansia por descubrir y descubrirme a mí mismo a través de prójimos próximos, perdura sin mayor problema. Pero cuando la devoción se convierte más en obligación y la obligación pierde la intensidad de la devoción, es cuando he decidido echar el ancla y recapacitar en esas aguas tan mansas como poco atrayentes de un mar de dudas que me asaltan de vez en cuando.

La conclusión final no es otra que la de abandonar un sacrificio semanal realizado con gusto por y para el Señor y dar paso a otra persona que aproveche más intensamente y mejor las dos horas que siempre me servían de cobijo para conocerle más a Él y mejor a mí mismo.

Cuando el sacrificio se convierte en rutina y la rutina se hace sacrificio, es mejor hacerse a un lado y preguntarse si el Señor no buscará en mí nuevos retos, nuevas ilusiones o nuevos granitos de arena que de otro modo alienten una fe que existiendo, pasa por momentos de letargo.

Aquellos detalles que mi retina siempre captó y mi fe adornó, llevan demasiado tiempo sin dejarse ver. Y casualidades o no, una confesión, una misa y una despedida de madrugada, me hicieron sentir que mi decisión era consecuente con el momento elegido. El tiempo y Dios certificarán si así fue, pero el tipo de la mochila que surcaba amaneceres en la ciudad con destino a una pequeña capilla al encuentro del Amigo, regresa al puerto del hogar para surcar en un futuro nuevos mares llenos de aventuras de fe, amor y esperanza.

Con el corazón lleno de agradecimiento por lo rezado, vivido, sentido, sufrido, llorado y gozado entre esas paredes, me lleno de “sano” orgullo con la satisfacción del deber cumplido y muchas ilusiones por cumplir.