"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

viernes, 23 de octubre de 2020

Ave Fénix

 


Dejar pasar los días y razonar o más bien razonando, dejé pasar los días. Ante noticias que tocan la fibra sensible, caben dos posibilidades:

Lanzarse a galope a escribir lo que se piensa, o por el contrario, macerar la respuesta. He optado por esta última opción.

Escuché, vi y a duras penas asimilé que hace unos días con el pretexto de una manifestación en Santiago de Chile, un grupo de personas, en su mayoría jóvenes, no encontraron mejor forma de protesta a sus reivindicaciones que la quema de dos iglesias.

Imágenes dantescas de un vivo fuego que arrasó torres, enseres y todo aquello por lo que se pudo abrir paso.

Pero más allá de la barbarie de jóvenes vociferantes y llenos de odio disfrazados de razones dentro de su sinrazón, pasado el tiempo, me doy cuenta que no es el hecho del acto en sí lo que provocó mi ira inicial.

Es el hecho más bien de pensar qué de bueno debió inspirar esos actos en estos jóvenes. ¿Se sintieron más realizados? ¿Pueden presumir de algo ante alguien? ¿Realmente jugando con fuego hasta una parte de la juventud se siente atraída por estos fanatismos más propios de otras épocas, lugares o creencias?. No llegué a entenderlo en un principio, pero transcurridos unos días, me llegan respuestas a tantas conjeturas o más bien, alcanzo certezas ilógicas seguramente para esos desalmados que así actuaron.

¿Qué han conseguido con sus actos? Nada. Si acaso la reprobación de personas con un mínimo de sentido común y espero que también el reconocimiento de las leyes que se les pudieran aplicar.

Y en mi caso y aunque pudiera parecer paradójico, puedo decirles lo que han provocado en mí:

Un fortalecimiento de mi fe; no como escudo, sino como esperanza, porque en esas iglesias hoy quemadas, las oraciones perdidas entre sus escombros, las peticiones de esa viejecilla que hablaba con Dios, el cobijo de un pobre, o la simple paz espiritual de quien atravesara sus puertas, también se elevaron al cielo igual que el humo que provocó la inconsciencia del ejecutor de la maldad.

Hoy quedaron restos de humo tan negro como la negrura del corazón de quien fue capaz de hacer algo así. Pero en esos restos, sigue vivo el espíritu de la iglesia que jamás podrán quemar. Porque iglesia, somos todos los que abrazamos una fe que nada ni nadie podrá borrar con ningún fuego.

Y no seré yo quien juzgue lo hecho, dicho o pensado para obrar así; es más, elevo mis oraciones también por ellos simplemente para que algún día despierte de verdad esa conciencia que acabará alcanzándoles por mucho que ahora corran.

Todo se quemó, todo se arrasó, pero de las llamas quedan rescoldos; de las cenizas se alzará un resurgir de almas que como ave fénix volverá a brillar en los corazones de las gentes de bien. 

Alguien dijo una vez: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”…