"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

lunes, 12 de diciembre de 2022

Reacción en cadena

 



Tarde de misa dominical en hora vespertina poco habitual en mí. Homilía larga y un poco tediosa. Quizás es más mi falta de abrir más los oídos y la patata que últimamente no se abren como debieran de par en par.

Poco cántico, lo cual agradezco y llega el momento de darnos la paz.

“ La paz esté con vosotros” “Y con tu espíritu” “Daos fraternalmente la paz”

¿Fraternalmente? ¡Si desde que se inició la maldita pandemia la paz se asemeja más a un saludo japonés que al habitual apretón de manos, abrazo  o sucedáneo!

Pero Dios en ocasiones obra acciones en circunstancias que sin ser milagros, con los tiempos que corren, a mí me lo llegan a parecer.

Donde hasta ayer había miedos, miradas escondidas y pocas palabras, puso Dios delante de mí a una joven desconocida que al darme la paz me ofreció su mano. ¡De mil amores se la estreché como de mil amores ofrecí la mía a la mujer que tenía sentada a mi lado! Y no sólo no la rehusó sino que busco en su compañera de asiento también la suya. Y ese saludo se trasladó al banco trasero y como una reacción en cadena se extendió hasta donde yo pude ver, que no es mucho, pero suficiente.

Quizás sólo fuera ayer y esto no se repita en mucho tiempo, pero mereció mucho la pena sentir como siempre la calidez de hermanos de fe.




 

 


sábado, 22 de octubre de 2022

Una flecha amarilla

           

   


        Las prisas nunca son buenas; el afán por alcanzar en tiempo y forma las metas, en ocasiones, tampoco. Lástima que como en otras muchas ocasiones nos demos cuenta algo tarde.

Recordando los pasos andados, los lugares transitados y el sentido dado a una experiencia ya de por sí atrayente como es la de realizar el camino de Santiago, me doy cuenta de los errores o digamos novatadas de inexperto.

En nuestra defensa diré que éramos totalmente primerizos en algo así. No ya como senderistas, que también, sino como almas que no aprovecharon en su plenitud lo que Dios creó para nosotros .

Pienso que transitamos por un camino paralelo, pero diferente al que deberíamos haber hecho.

Echando la vista atrás, me doy cuenta que fue un error involuntario pero mayúsculo transitar por esos caminos, calles, montes y paisajes con las prisas de quien quiere a toda costa llegar a la meta con el tiempo suficiente para alcanzar una buena mesa y mantel en la que reponer fuerzas para el día siguiente.

Y es ahora cuando la rutina nuevamente nos envuelve en la gran ciudad, cuando esos tres que recorrieron una pequeña parte de Galicia, abren los ojos a ese otro camino que pudo ser y no fue.

No nos arrepentimos por ello, porque de los errores se aprende en ocasiones mucho más que de los aciertos y sólo tenemos que dar gracias a Dios porque para empezar y no está nada mal, conseguimos finalizar la peregrinación sin mayor novedad que alguna rodilla maltrecha y unas ampollas traicioneras.

Pero ahora y con la vista puesta en otro mañana, percibo que fueron muchas las cosas que perdimos en ese camino.

Perdimos el sonido de nuestras propias pisadas; el agua del riachuelo que bajo nuestros pies nos gritaba “haz un alto y descansa en mí tus pies”; la escucha de nuestra propia respiración jadeante en empinadas cuestas; perdimos la soledad necesaria también en algún momento de reflexión individual aunque fuéramos más allá de uno; perdimos amaneceres entre los árboles con la necesaria contemplación del milagro de un nuevo día; la mirada del animal que tranquilo pace en verdes valles; el trinar del ave que sin verla acompaña campos y vientos; unas nubes en el cielo con su azul más cielo que nunca; el cobijo de un árbol; el semblante del peregrino que irradia felicidad o de aquel otro que por el contrario despide sufrimiento. Perdimos quizás alguna charla de taberna en aldeas y un cantero de pan con un poco de queso y quizás un chorizo o jamón que degustar a la sombra de cualquier árbol y vino de la tierra. Perdimos en definitiva todo aquello que las prisas del hombre moderno nos roba.

 

¿Arrepentimiento? Nunca

¿Aprendizaje? Siempre

 

Perdimos muchas cosas, sí; pero también encontramos muchas otras. Encontramos el espíritu de superación; nos dimos cuenta que aún en circunstancias adversas, somos capaces de superarnos a nosotros mismos.

Reconocimos la necesidad de un abrazo; el poder de una sonrisa; la esencia de unos ojos sin maldad en un perro; el poder del silencio en un templo perdido o aquel otro que siendo pariente de la cercana Catedral nos envolvió con el recogimiento imposible de encontrar en aquella que alberga multitudes; el dulce canto de unas monjitas tras unas rejas o de un grupo de peregrinos portugueses cantando su fe.

Degustamos la amabilidad de las gentes y el compartir sueños o ronquidos a partes iguales con personas que muy probablemente nunca volveremos a ver; superamos etapas a golpe de mojones kilométricos y desayunos bajo un sol reconfortante; subidas infames y bajadas criminales y aunque alguna bajada era hasta denunciable, sin rencor.

Una llegada a Santiago de Compostela a son de Louis Armstrong y la sonrisa de unos peregrinos extranjeros tan felices con su música y su fe.

Y el perdón en mayúsculas que el Señor quiso regalarnos a un señor mayor y a mí que tuvimos un encontronazo dialéctico sin razón por ambas partes. Pero ya es “casualidad” que al día siguiente en un lugar muy diferente y a varios kilómetros de la ira del día anterior, zanjáramos con una mirada sincera, un abrazo y unas palabras que grabé en lo profundo:

 

¿Sin rencor, verdad? Buen camino

 

Hoy, nos quedan los recuerdos y una hucha que sin ser la más hermosa, espero, deseo y rezo por ello, pueda llenarse de buenas intenciones para volver a caminar con paso firme, oído dispuesto y el alma de par en par siguiendo siempre una flecha amarilla para encontrar la meta final del encuentro con nosotros mismos.


P.D. Al Señor, a una hermosísima Virgen peregrina, a mi gente y a todos aquellos que de una u otra forma hicieron de este camino un recuerdo imborrable, G R A C I A S y B U E N  C A M I N O.














domingo, 21 de agosto de 2022

La chica Finisterre

 


La chica Finisterre es la sonrisa perenne en un rostro joven de mujer. Una mujer que decidió un buen día marcarse como reto una peregrinación fuera de toda lógica y grandeza. Porque grande, muy grande se vislumbra el reto de peregrinar desde Finisterre a Jerusalén ayudada “únicamente” por sus pies, una mochila a la espalda y una fe mirando al cielo de esas que estoy seguro deben provocar, más allá de las nubes, el mismo rictus de admiración que sin duda provoca en quienes aquí abajo la seguimos desde hace ya algún tiempo.

Quizás esta chica habrá tenido o tendrá momentos de soledad sintiéndose verdaderamente sola, pero además de su fe inquebrantable, debe saber que detrás de ella vamos miles y miles de personas que sin vernos, alentamos cada uno de sus pasos, cada uno de sus sufrimientos, sonrisas y encuentros con Dios y consigo misma.

Porque para quienes piensen que Dios no existe o es algo así como una quimera, les diría que ese Dios es Aquel que la recibe con las puertas abiertas de corazones y casas en cada uno de los lugares en los que va haciendo escala.

Son seis mil kilómetros; son más de siete meses de camino ya recorrido cruzando países, idiomas y costumbres; pero todo con el denominador común de la fe y el esfuerzo. Y más allá de la fe que contagia, de esa sonrisa que transmite, está la enseñanza particular en mí de una persona valiente como pocas que en un mundo como el nuestro cegado por nubes oscuras, ve brillar entre ellas un rayo de esperanza con nombre de mujer.

 

*Mi admiración más absoluta y oraciones por Carlota Valenzuela con el deseo de que Dios y la Virgen la guíen y pueda llegar con la sonrisa de siempre al lugar donde todo empezó.



jueves, 11 de agosto de 2022

Una larga historia

 

Quien bien me conoce, sabe que la música y yo formamos buena pareja casi desde que nací. Mi oído se educó entre clásicos de rock, heavy, contry, blues, baladas y músicas iluminadas por grandes bolas de cristales en lo que antes eran discotecas y ahora no sé muy bien cómo denominar.

He mantenido siempre la certeza de que si algún día pierdo el interés por la música, habrá llegado el momento de decir claramente que mi mente es demente y podrán sacrificarme como a un caballo del lejano oeste que se rompió una pata corriendo por algún polvoriento camino de Oklahoma.

Queen, Rolling Stones, Springsteen, Dire Straits, Fito y muchos otros etcéteras, forman parte del repertorio que habitualmente reproduzco en el propio ordenador del trabajo. No molesto a nadie; es más, algún compañero e incluso jefes me han pedido alguna que otra de esas selecciones que siempre me gusta tener como fondo de cualquier jornada laboral que me lo permita.

Pero ayer resultó curioso que dos compañeros en diferentes momentos se me acercaran y me preguntaran: ¿De dónde has sacado la música que tienes puesta Luismi?

Con media sonrisa, sólo pude contestarles… “Una larga historia para contar mientras tomamos unas buenas birras”. Dicho y hecho.


sábado, 6 de agosto de 2022

Una mochila amarilla

 

Una mochila amarilla asoma de una maleta desecha. Atrás quedaron kilómetros de cielo azul y nubes blancas. Y atrás quedaron también pedacitos de nuestra historia. Simplemente cinco días de nuestra vida, que dibujan en mí una mueca de nostalgia. No es necesario el paso de un tiempo lejano para echar de menos lo vivido.

Días de soles justicieros por caminos, calles y montes; de piedras sin fin y corazones de piedra que no resistieron una lluvia intensa de emociones.

Días de músicas, banderas y lenguas mezcladas en unas gentes que muchas veces tomados por locos, son locura hermosa de unión fraterna.

Podrán decirnos que nuestra fe se viste de invisibles certezas; quizás tengan razón, pero la caricia del viento también lo es y siempre será bienvenida en la piel y el alma de quien necesita un asomo de dulzura en un mundo tan inhóspito como el que estamos creando.

He visto en cinco días muchas miradas al cielo y mucha gente arrodillada en lo más bajo de un pensamiento.

He visto y oído el testimonio de un hombre cuya soledad resumió en una total falta de amor de la gente, de un Dios e incluso de un demonio que buscara su amistad. Me sobrecogió el hecho de poder sufrir una soledad tan atroz teniendo como única compañera una siniestra heroína para empujarle al vacío de la desesperación. Pero una mano amiga rescató su cuerpo y su espíritu y hoy es una de esas almas que pueden recibir el título de verdaderas HEROÍNAS en un mundo que suele mirar hacia el otro lado de unas gentes que quizás sólo necesitaban un abrazo que les confortara. Me quito el sombrero ante todos los que han conseguido remontar desde lo más profundo una vida que nunca merecieron vivir.

He compartido mesa, mantel, risas y asombros con personas de todos los puntos cardinales de un país como el nuestro que sabiendo estar unido, quizás se esfuerza en hacer difícil lo fácil. ¡Que hermoso es ver que cuando nos mueve un mismo sentimiento, no hay lengua, lugar ni ideología que impida que el ser humano se entienda movido más por el corazón que por la cabeza!.

Durante cinco días, todos fuimos conocidos perfectamente desconocidos. Sin embargo, se han creado vínculos que ojalá perduren en un tiempo nuevo y maravillosamente esperanzador.

Fui buscando una devoción por una Virgen que permanece aún escondida sin saltar al terreno de juego en el que el Señor sí que juega como titular indiscutible de un equipo que sólo formamos dos. No encontré esa devoción buscada, pero sí que siento la certeza de que una semilla voló conmigo desde tierras tan lejanas para ir brotando en mí sin prisas; macerando lo visto y escuchado y sobre todo, lo percibido con esos otros sentidos que un hombre como yo debe aprender a desarrollar.

No tengo prisas por encontrar esa devoción que quizás nunca llegue. Sé que una Madre vestida de blanco como aquella que dejé en aquel lugar del que vengo, nunca abandona a un hijo por muy distraído que se encuentre dentro de su propia fe.

Mil detalles guardo más en una hoja de papel que en una memoria tan maltrecha como la mía. Pero hay cosas que no necesitan de memoria porque quedan grabadas para siempre en ese rincón que todos tenemos dentro en el que guardamos de lo bueno, lo mejor.

Viviría mil veces lo vivido; brindaría mil veces por un futuro como este reciente pasado y ajustaría a mis espaldas una mochila amarilla que vistió mi ser de un tipo que siendo como yo, regresó intentando ser mejor.

 

*Dedicado a todas las personas que hicieron posible que lo que parecía imposible, se convirtiera en una hermosa realidad.  No daré nombres porque no sería justo olvidar a nadie y todos de una u otra forma, sois protagonistas de esta hermosa historia.

Regresé con la certeza de que mi familia se agrandó con más de ciento veinte nuevos hermanos en la fe y aunque quizás a la gran mayoría no os vuelva a ver, os guardo igualmente en mis oraciones y rezaré por vosotros y vuestras familias. Y desde este mi pequeño rincón que más que mío es vuestro, brindo por un mejor futuro para todos.

Mi agradecimiento más profundo al pueblo de Medjugorje y a su Reina con el pensamiento de que algún día volveré.

Recordar también a esos hermanos polacos que han fallecido en accidente de tráfico al dirigirse en peregrinación también a Medjugorje. Que Dios los reciba en su Gloria y dé consuelo a sus familias.

Y cómo no, a esa otra reina de la casa que un día me dijo; "Luismi, me ha dicho la Virgen que tenemos que ir a Medjugorje". La Virgen dice... Gracias Mercedes.

 

¡UNIDOS EN LA FE!




   

jueves, 30 de junio de 2022

Nuevos retos, viejos recuerdos

 



Lo que comenzó siendo prácticamente una misión imposible, casi once años después siento que se ha convertido en una misión cumplida.

De aquel Luismi de menos canas y más fervor, el tiempo, las circunstancias y quizás la voluntad del Señor, han modelado ese otro que pareciéndose en lo físico, no se asemeja tanto en lo espiritual.

El bombardeo de adrenalina católica que supuso en mí aquella añorada y siempre presente JMJ de Madrid 2011, ha dado paso al cabo de los años, a un estado de inquietante rutina de cuerpo y alma.

La fe, persiste; el amor al Señor, también. Incluso el ansia por descubrir y descubrirme a mí mismo a través de prójimos próximos, perdura sin mayor problema. Pero cuando la devoción se convierte más en obligación y la obligación pierde la intensidad de la devoción, es cuando he decidido echar el ancla y recapacitar en esas aguas tan mansas como poco atrayentes de un mar de dudas que me asaltan de vez en cuando.

La conclusión final no es otra que la de abandonar un sacrificio semanal realizado con gusto por y para el Señor y dar paso a otra persona que aproveche más intensamente y mejor las dos horas que siempre me servían de cobijo para conocerle más a Él y mejor a mí mismo.

Cuando el sacrificio se convierte en rutina y la rutina se hace sacrificio, es mejor hacerse a un lado y preguntarse si el Señor no buscará en mí nuevos retos, nuevas ilusiones o nuevos granitos de arena que de otro modo alienten una fe que existiendo, pasa por momentos de letargo.

Aquellos detalles que mi retina siempre captó y mi fe adornó, llevan demasiado tiempo sin dejarse ver. Y casualidades o no, una confesión, una misa y una despedida de madrugada, me hicieron sentir que mi decisión era consecuente con el momento elegido. El tiempo y Dios certificarán si así fue, pero el tipo de la mochila que surcaba amaneceres en la ciudad con destino a una pequeña capilla al encuentro del Amigo, regresa al puerto del hogar para surcar en un futuro nuevos mares llenos de aventuras de fe, amor y esperanza.

Con el corazón lleno de agradecimiento por lo rezado, vivido, sentido, sufrido, llorado y gozado entre esas paredes, me lleno de “sano” orgullo con la satisfacción del deber cumplido y muchas ilusiones por cumplir.