"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

domingo, 5 de abril de 2020

Palmas


Hoy será un nuevo día de palmas a las ocho; de reconocer esfuerzos; de alentar trabajos; de deseos encerrados; de abrazos por cumplir; de horas de reloj dejando pasar el tiempo, de pelis, palomitas y bostezos.
Un día más, un día menos en este confinamiento no buscado pero impuesto con el sano y único propósito de proteger vidas propias y ajenas.
Esas palmas son solidarias, son sinceras y hasta cierto punto creíbles. Y digo esto porque cuando esta pandemia sea recuerdo, ojalá me equivoque pero  creo que lo que hoy es bondad, solidaridad, hermanamiento, parabienes, abrazos echados de menos y tantos y tantos etcéteras que provocan buenos sentimientos, todos o casi todos regresarán a ese cajón o tarro de las esencias que los humanos desgraciadamente en contadas ocasiones abrimos.
Sentado bajo un sol de primavera luminoso, medito sobre esas otras palmas al contemplar en esa barandilla de terraza, que falta un pedacito que fiel a su cita un día como hoy ya debiera formar parte de su conjunto.
Porque hoy es Domingo de Ramos. Un domingo en el que serían protagonistas también esas palmas bautizadas por aguas benditas y que nos recuerdan la gran entrada triunfal de un hombre que siendo Dios quiso regalar perdones aún a sabiendas del pago que recibiría a cambio.
Entonces, también se batieron palmas; el hermano era hermano sin sangre y el bien común iba a lomos de un simple jumento atravesando una ciudad llamada Jerusalén.
¡Cuánto reconocimiento! ¡Qué gran algarabía! ¡Cuánta fe en ese hombre! ¡Cuántas esperanzas depositadas!...
El final o más bien el principio de esa historia muy pocos no la conocen. Final triste, descorazonador, horrible a ojos vista de quien sólo veía lo que al final no fue. Tantas palmas para acabar muriendo la esperanza puesta en ese hombre.
Final para muchos, principio para mí. Mi fe me alfombra el camino para pensar así. Pero soy humano y como tal, al menos hoy mi esperanza en el hombre no se viste de gala y a las ocho de la tarde, batiré palmas mano contra mano y también rezaré corazón con corazón para que lo que hoy es de hermanos, cuando esto acabe, no sea sólo un recuerdo.