"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

sábado, 21 de agosto de 2021

El proceso

 


    

   Echar la vista atrás hasta una hermosa mañana del veintiuno de agosto de 2011, me lleva a rememorar una parte importante, quizás esencial de mi vida.

   Son diez años, ni más ni menos. Diez años de asombros, de certezas, de muchos interrogantes, de alegrías, tristezas, meditaciones y enseñanzas.

    Un encuentro conmigo mismo a través de la parte más escondida de mi existencia. Mi propia alma.

   Un viento silencioso rodeado de más de un millón y medio de personas, no sólo despeinó mis sienes sino también el telón de fondo que cubría una fe que existía y no supe reconocer hasta ese instante en el que mi interior habló con la furia de un silencio que me gritó a voces.

   Hoy se cumplen diez años de aquella mañana en Cuatro Vientos con un invitado que no por inesperado, me miró a la cara y me dijo: Aquí Estoy.

   Desde entonces, la vida transcurrió del modo en el que todo destino nos va marcando; pero con una diferencia esencial: sobresaliendo una esperanza por encima de futuros teñidos de negro color.

   Conocí gentes; desconocí otras y supe apreciar lo que de bueno y a la vez complicado, tiene una vida de fe. Una vida llena de altibajos; una vida duramente gratificante. Un proceso interminable de miradas al cielo aún con los brazos y el pensamiento por los suelos. Una vida de desiertos existenciales regados en muchas ocasiones por oasis de remansos y paz interior.

   Si tuviera que regresar y recomenzar mi vida desde aquel día, puliría muchos errores cometidos aunque en esencia, no quisiera que esa historia se reescribiera. Quizás sí que pondría en marcha algún corrector de voluntades y malos hábitos que han sabido perseguirme con la velocidad de todo aquello que termina alcanzándome.

   Pero soy así; perfectamente pecador con voluntad de no serlo, aunque en esta película muchas veces triunfe la mala compañía de mi propia iniquidad.

  Hoy es un día de celebración, de recuerdos, de gratitud y de peticiones. Celebrar lo que sucedió, recordar de lo bueno todo y aprender de lo malo que también hubo y sin duda habrá; agradecer a quien con su existencia me enseñó a ser mejor persona, mirándome en espejos ajenos.

  Y como cristiano en prácticas, pedir. Pedir por los míos, los más cercanos y también por aquellos que aún sin saberlo, con sus acciones buenas o malas, me ayudan a aprobar un curso tras otro la difícil carrera que emprendí desde aquel bendito día.

  Un recuerdo especial también a un viejecillo criticado por muchos pero admirado también por otros tantos que supo y quiso apartar su magnificencia como Papa para dar paso a otros aires que por renovadores no tienen que ser necesariamente mejores. Al Papa Emérito Benedicto XVI, desde el corazón, gracias.

  Y sobre todo, gracias a Aquel que siendo Amigo desde mi primer hálito de vida, quiere jugar conmigo más intensamente desde hace ya diez años.

 El proceso, sigue. Tendrá sus altibajos, sus reseteos, quizás un formateo y puede que un gran reciclaje. Pero me queda la tranquilidad, la esperanza y la dicha de saber que Su mano siempre estará abierta para agarrar la mía.