"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

jueves, 27 de abril de 2017

Emaús

De todos es conocido el relato evangélico de los discípulos de Emaús.

De la forma en la que estos dos discípulos tuvieron la suerte de encontrarse con un Jesús resucitado aunque no llegaran a descubrirlo hasta que no partió el pan con ellos.

Yo he vivido una experiencia igual con una pequeña pero significativa diferencia: supe ver en el acto la presencia del Señor en otro señor que para más alegría y orgullo resulta ser un amigo.

Andaba yo cabizbajo, en modo de piloto automático que pasa por la vida sin excesiva alegría. Una de esas pequeñas crisis de identidad positiva que aunque corta en el tiempo porque no superó más allá de ocho días, sí que minó ánimo, fe y esperanza.

Ese subidón positivo durante meses anteriores en los que el hecho de ayudar a los demás o al menos intentarlo, sin morir en el intento, me hicieron un hombre de sonrisa sincera, dio paso en pocos días a un cierto modo de tristón y aletargado individuo de risa y rictus forzado.

Ese individuo idéntico a mí, pero sin mí,  se dirigió taciturno el pasado lunes al templo de siempre, a la misma hora y sonando las mismas campanas llamando a celebración vespertina.

Sentado en un banco esperando el inicio de una misa más, se acercó a mí un hombre delgado de pálida expresión que en voz baja y sentándose a mi lado me preguntó:

¿Te ha pasado algo que llevo varios días sin verte?

Ese hombre, es un amigo; ese hombre es un señor que con un simple gesto de esa amistad verdadera que echa de menos al otro, se preocupó por mí y por lo que me pudiera haber ocurrido.

No hizo falta que me preguntara más y una vez le respondí que “nada en concreto”, marchó por donde vino dejando en ese banco solitario a otro que ya no era ese hombre taciturno en el que me había convertido, sino a otro que volvía a ser yo mismo.

Será otra de esas “casualidades” que vivimos los que tenemos la suerte de tener fe en la FE.

El caso es que yo andaba por la vida caminando como uno de esos discípulos de Emaús, al que se le acercó un Señor vestido de amigo para preguntarle qué ocurría y preocupándose sinceramente por mí y mis circunstancias.

Y así, por arte de fe, amistad y cariño donde antes se dibujaban lúgubres presagios, pesimistas futuros y conciencias intranquilas, retomaba mi mente ese otro tipo que busca consuelo, apoyo y alegrías en Quien siempre aún sin necesidad de mostrarse más, sé positivamente que está.

El hecho de levantarme, recorrer un pasillo y que me ofrecieran el pan de la Eucaristía, fue algo a añadir a lo que yo ya sabía:

Mi vida, en cierto modo, también había resucitado.


lunes, 17 de abril de 2017

Alma cántaro



Éste sería perfectamente el apelativo que pudiera añadir a mi nombre y dos apellidos.

¡Qué frágil es el alma y la fe de quien no se asienta con cimientos profundos cuando los vientos y tempestades de la vida nos hacen tambalear!
Cuando en la escalada de la fe, la nuestra permanece aún en el campamento base, algo, alguien o un estímulo, son necesarios en ocasiones para retomar cordajes, pertrecharnos de fuerza de voluntad y reanudar la ascensión hacia la cima que todo buen cristiano debería al menos, intentar alcanzar.
Sentirse en ocasiones abstraído por el pesimismo, la desgana, el flaqueo de fuerzas, es humano. Incluso el Divino con toda Su Divinidad también tuvo momentos de flaqueza.
Más aún yo, pobre e ignorante Don Nadie que hago míos problemas donde no los hay; rutinas que no lo son o incluso personas que seguramente sin serlo, me propongo en ver como nocivas.
Y es en esos momentos en los que lo que yo llamo “casualidades”, se convierten en realidades a tiempo completo.
Pasó la Semana Santa y olvidé una Cuaresma sin Cuaresma.
No esperé nada inusual; mismos lugares, mismas celebraciones, iguales liturgias, procesiones y encuentros con personas y almas de siempre.
Pero sí ha sido diferente. Cuando menos uno lo espera, ahí actúa Quien siempre lo hace y pocas veces somos capaces de reconocer.
Sin motivo ni necesidad aparente, un amigo te invita a cantar a Dios rodeado de hombres que un día serán mis pastores entre tanta oveja descarriada que vagamos por el mundo.
Me tuve que armar de valor e incluso disfrazar mi fe de blanca alba.
Pero ¿cómo negarme si a ciencia cierta sé y sabré siempre que quien me empujó a hacerlo no fue nadie con alzacuello sino el Mismo Amigo, Colega y Señor que me hizo forzosamente voluntario a seguirle entre corcheas colgando de pentagramas?
No fue orgullo sino honor; no fue canto sino alabanza; no fui yo sino alguien mejor que yo quien se vistió de fe en un Jueves y Viernes que además de Santos, serán imborrables en mí.
Pero hubo más, mucho más. Hubo perdón, penitencia y propósito.
Hubo comunión con Dios y con mis gentes de bien; camaradería, risas, enfados disimulados, trabajo, torrijas y bacalao.
El gran abrazo del amigo enfermo que no necesita hablarme para expresarme lo que ambos sentimos mirándonos a los ojos.
Una caricia a un pelo corto de mujer que tomó su cruz con la convicción y la fortaleza de quien sabe que su fe es mayor que sus miedos.
Guante blanco acariciando madero, crucificado y espaldas en abrazos de porteadores que cumplieron con su deber.
Una mujer tranquila, muy tranquila, envuelta en dolor, leyendo como nunca palabras de Dios en la noche más especial de todas sabiendo que a sus espaldas era sostenida por un Espíritu más Santo que nunca.
Una hija que supo ver al Señor sentado a su lado con forma de pedigüeña habitualmente apartada por la insensibilidad humana a precio de una taza de café.
Aquella otra hija, que quiso enviarme desde lejos una fotografía de hoguera de fuego eterno.
En definitiva, tantas y tantas cosas que poco a poco van llenando esa alma cántaro que sólo busca no romperse jamás. 



P.D. No voy a dar nombres porque prefiero brindis y abrazos con las personas que han hecho posible que esta Semana Santa sin ser especial, realmente lo haya sido.
Si sólo pudiera poner un pero a estos días, sería el de que corrió mucha fe, pero poca cerveza. Tiempo habrá de retomar caminos y espuma blanca.