"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

miércoles, 26 de agosto de 2020

Cuatro sillas


        Cuatro sillas ocuparon bajo un hermoso y soleado día una familia que por nombre lo son y por sentimiento más si cabe.

El lugar era propicio; el día, festivo como cualquier domingo de mes; el país, extraña y maravillosamente familiar llamándose Portugal.

Día de misa atípica por la situación mundial. Sin paredes, sin encierros, sin distancias cortas; al aire libre de una iglesia que franqueó sus puertas aprovechando un hermoso sol de verano.

El oficiante, un sacerdote español hablando en un imperfecto portugués que siendo españoles, agradecimos por entenderle.

Muchas personas buscando sombras bajo un árbol y muchos voluntarios que vestidos cual boy scout ayudaban a limpiar manos con geles, colocar sillas donde faltaban o simplemente atendían necesidades de los allí concurridos.

Me pudo quizás la emoción de verme por fin después de tantos meses, al completo con los míos. Mi mujer, mis hijas y yo después de siete meses, por fin podíamos abrazarnos al completo sin una pantalla digital de por medio.

Y teníamos que dar gracias a ese Dios que al aire libre se hacía presente entre las manos de su ministro.

Gracias por estar vivos, por sentirnos vivos, por llegar hasta allí sin las heridas de una guerra contra un enemigo invisible que tanto daño está provocando en la Tierra que habitamos.

Fueron cánticos hermosos, oraciones conocidas que nosotros debíamos subtitular en castellano. Pero no fue impedimento para sentir esa misa como una de las más especiales que sentí jamás.

Comulgamos tres, pero aquella que no podía hacerlo, quizás no sepa que siempre lo hace conmigo aunque no esté.

Vi gente cantar, vi gente rezar, meditar e incluso a un señor mirar al cielo aunque sólo fuera para entre dientes “maldecir” a esa ave que no tuvo mejor momento ni mayor puntería para acertar su hombro.

Pero sobre todo, vi unión. La unión que solo Dios, nuestro Dios, puede conseguir en gentes de distinta habla, condición y lugar en un soleado día en el que cuatro sillas fueron ocupadas por una familia agradecida.