"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

jueves, 16 de marzo de 2017

Apunta, dispara y reza

Allá donde el tiempo se detuvo; donde una maquinaria dejó de funcionar y sus engranajes se oxidaron con ese otro inexorable tiempo que no deja de avanzar para permanecer en una sempiterna hora de las doce y dieciséis; donde el olor a incienso permanece en las alturas; donde la tenue luz se hace íntima y los sonidos se hacen apenas audibles.
Donde arrodillarse no es rendición sino alabanza y donde los silencios son gritos al alma, allá me llevan los pasos de quien como yo busca respuestas a un mundo inmundo.
No es costumbre, ni hábito, obligación, ni automatismo existencial.
Quizás es la búsqueda incesante del hombre que soy yo, con el que realmente quisiera ser. Es el regreso al origen de donde todo partió y hacia donde todos tendemos a ir de una u otra forma.
Incomprensible para muchos, insondable para algunos e incluso odiada por otros, la fe se viste de historia en piedra y mármol.
Cruzar sus puertas, para mí es estar en casa. Un viaje al interior del pasado y una de las puertas para llegar al futuro que grita la historia de sus cimientos.
Golpes de pecho la pueblan. Quizás algunos de esos golpes no debieran ir dirigidos a otro lugar que no fuera al de la hipocresía de gentes que queriendo disfrazarse de lo que no son, se engalanan de falsedad.
Pero estos, no debieran emborronar ni amargar el buen caldo que se cuece a fuego lento dentro de los corazones y las almas de bien que la habitan.
Unos vistiendo en negros colores, otros vistiendo en multicolores prendas.
Pero todos, con un nexo común. Ese Señor presente en lo invisible de un Credo y que callado abre brazos de amistad y amor a quien se deje abrazar.
Pero ¡qué difícil es eso de mantener la fe en buen estado de revista!
Tenerla impoluta de sucios pensamientos, actos impuros, envidias, críticas, malhumores, recelos… y tantas y tantas cosas que alejan el bien del Bien.
Como un arma lista para el combate, deberemos mantenerla limpia y engrasada. Con su mira y mirada bien ajustada o como diría muy acertadamente una amiga, midiendo bien el calibre de nuestra fe.
Una expresión que me parece acertadísima para quien pretenda ajustar la mira telescópica que todos llevamos con el fin de ver con nitidez el objetivo final de quien sale a cazar el bien por esos mundos de Dios.
¡Buena caza!