"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

miércoles, 2 de marzo de 2016

Una cruz y mil amores





Con una cruz al cuello se marchó. No pude darle otra cosa; no quise darle más.
Resulta triste retomar un encuentro Contigo después de tanto tiempo para relatar algo que ya sabes, pero no podía dejar este rincón vacío de letras en honor, en memoria de quien fue y será por siempre la persona a la que deberé mi bien más preciado:

La vida

Esa cruz que a mí un día me llevó a Tu luz, he querido que la acompañara en su despertar a Ti, a la fe, al amor que está más allá de donde la conciencia humana no alcanza pero el alma sí.

Esa pequeña cruz va cargada de plegarias, de deseos, de oraciones y de pensamientos de un mundo nuevo y sin duda, mejor.

Un mundo sin odios, sin dolores, sin envidias, sin rencores.

Un mundo, una vida de eternos gozos sin sombras.

Esa viejecita de pelo canoso que reposa para siempre a unos pocos metros bajo la tierra que la vio nacer, se lleva mucho más de mí que esa pequeña cruz.

Se lleva mi orgullo de hijo, mi reconocimiento más sincero, mil gracias y amores por lo que me dio y me sigue dando estando sin estar.

Y es hoy, precisamente hoy estando en Tu presencia en esa capilla de siempre con mi Amigo de siempre, cuando más la echo de menos.

Hoy echo más de menos que nunca sus manos, su suave piel, sus ojos claros, su risa loca, su lengua de trapo…su vida, mi pasado.

Siento como en ráfagas se encoge mi corazón aprisionado por la pérdida; no soy fuerte y no es momento de perder miradas bajo ojos anegados de lágrimas, pero la emoción me puede; soy humano y sé que sabrás comprenderme.

Vivo en la certeza que viaja Contigo y hacia Ti; pero un sentimiento de soledad me embarga ahora; ese sentimiento de quien se siente huérfano del amor más intenso que no es otro que el de una madre hacia su hijo.

Mil perdones pediría; mil te quieros le diría y mil besos le daría.

Ya es tarde, pero viviré en la esperanza de un nuevo encuentro donde se pierda la memoria y sólo exista un futuro eterno Contigo y en Ti en el que le pediré que me devuelva esa cruz y entre mil amores, cogerla de la mano como el niño que fue y el hombre que me ayudó a ser.

Hoy y siempre, esa caña, mi querido Dios, la levanto brindando por esa mujer que nunca podré reemplazar y que me deja como consuelo que cada vez que levante los ojos y mire al cielo, me hará ver no una madre, sino dos.