Ese libro y sólo ese, quise regalar al amigo lejano que sin
pretenderlo, quizás encendió en mí un objetivo que hoy veo cumplido simplemente
en su mirada, su sonrisa y su abrazo al recibirlo.
Han sido años de encuentros y desencuentros muchas veces
basados precisamente en la Institución que lleva o intenta llevar a la práctica
todo lo que ese libro promulga.
Pero ese libro, quizás gente como este amigo lo merezca más
que muchos. Porque una persona con buen corazón, puede tener un criterio
a mi juicio equivocado, pero nunca aunque pueda parecerlo, tendrá intención de herir con
sus comentarios.
Reconozco que me costó Dios y ayuda, llegar a comprenderlo.
Pero a día de hoy, también puedo decir, que benditas contradicciones y
desencuentros, porque creo que precisamente de esos desencuentros, ha surgido
una buena amistad.
Me siento en cierto modo orgulloso y muy, muy agradecido
por el hecho de que ese libro le causara la reacción que le causó al recibirlo.
Su indefinición, su no saber qué hacer, pero su mirada cómplice, su
agradecimiento y su abrazo, valieron por mil palabras.
Hoy brindo por ese libro y brindo por mi amigo. No sé si
leerá una palabra o un millar de sus páginas, pero también estoy convencido que
sabrá tratarlo con el respeto y cariño que seguramente muchos de los llamados
creyentes precisamente por serlo y acomodarnos en ello, no demostramos.
En esa esperanza estoy, en esa esperanza vivo desde que
hace años, pensé en cumplir mi pensamiento de regalarle sólo un libro.