Nunca
quise escribir tristezas; mis pensamientos no buscan nunca colores vestidos de ocre
tonalidad, pero este año me persiguen los acontecimientos que invitan a caras
serias y miradas empañadas de líquidos sentimientos.
Mientras
esto escribo, no lejos de aquí, un hombre se debate entre la vida y esa otra
vida que todos esperamos alcanzar algún día.
Un
hombre, un amigo, un señor, una buena persona.
De
esas gentes de apariencia bonachona y hechos que no hacen sino corroborar
intuiciones.
Un
hombre con el que he compartido risas, preocupaciones, reuniones, cervezas y
mucha, mucha fe.
Me
unen a él pocos años de conocimiento mutuo, pero existen amistades más allá de
tiempos y cercanías. Nuestro nexo común siempre ha sido el Común Amigo.
Hoy
es un tiempo de espera; un tiempo de tránsito hacia ese lugar que sin duda
merece y le aguarda con las puertas abiertas de par en par.
Atrás
quedarán familia, amigos, niños de catequesis y gentes de parroquia agradecida
por su compañía, su cercanía y su forma de ser y estar.
Quería
hoy, precisamente hoy, rendirle mi pequeño homenaje antes de que marche en
silencio hacia un mundo mejor en el que espero nos volvamos a encontrar algún
día para hacer de esta película que es la vida, otra eterna basada en hechos
reales.
Me
quedaré con su cara, su sonrisa de bonachón y con un pensamiento que siendo suyo,
tomo prestado para decorar con orgullo de ahora en adelante este pequeño rincón
de letras, cervezas y fe.
“Una
pluma pesa; el amor por inmenso que sea, no”
*Dedicado
a D. Pedro Rivera García, un amigo, un señor.