"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

miércoles, 19 de febrero de 2020

Entre perdones




Un examen de conciencia; una espera de perdón; un encuentro en desencuentro. Ese sería el resumen de una confesión obligada por un estado de Gracia justo y necesario para quien iba a acompañar mano en hombro a un apadrinado camino de su Confirmación.
El destino se busca, aunque en algunas ocasiones es él mismo el que te encuentra.
Minutos de larga espera con el único propósito de encontrarme no con el sacerdote de cara conocida sino con aquel otro que no supiera más de mí que yo de él. Vano esfuerzo e inútil transcurrir de un tiempo que no fue aliado mío.
¿Qué hacer entonces? ¿En quién depositar lo malsano y escondido de mi alma si mirar con desconfianza era lo penúltimo que mi mente cavilaba? La respuesta, llegó pronto; no había otra hoja para dar la vuelta que aquella que me enfrentara con la cara opuesta a lo que en ese instante deseaba.
Era hora de despejar miedos, dudas y reproches e intentar abrir corazón sin medida y sin sopesar consecuencias.
No elegí yo; me empujó Él. Reclinado en madera antigua, abrí de par en par pensamientos, sensaciones, conjeturas y perdones.
Destapé el tarro de los recuerdos; de tiempos mejores vistos por ojos asombrados en un pasado no lejano que en presente tornaron a tristes por cargas de incomprensión.
Vacié el cargador de lo pensado y esperé respuesta. Y la tuve, vaya si la tuve. Porque además de unas palabras, recibí silencios que me hablaron mucho más que mil discursos.
Vi ojos de lágrimas a punto de saltar al vacío para encontrarse con las mías que ya no permitían ser retenidas por más tiempo. Dos hombres frente a frente jugando a un juego tan antiguo como inusual llamado sinceridad.
Porque fue sincera, tremenda y espiritualmente hermosa la confesión de dos que hablaron, se miraron y se pidieron mutuo perdón.
Y hubo un momento tan largo quizás como el de un parpadeo, en el que pude presentir que allí entre aquellos dos hombres mirándonos estaba Dios. Estaba Jesús sonriendo y gritándonos en silencio:

“No era fácil y los dos lo habéis conseguido; pedir perdón y perdonarse”

No recuerdo una confesión igual. Puede que no vuelva a sentir que en una confesión de dos, cuente tres. Quizás nuestros caminos no se vuelvan a encontrar aunque caminen paralelos, pero por un momento ese Señor, ese Dios que siempre digo que me quiere, me arropó y me guio hacia un perdón entre perdones.