"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

domingo, 19 de enero de 2020

Desplegando



Pasaron las dos velas que faltaban. Volvió a nacer el Niño y por desgracia, ese otro niño que suele brincar en mi interior más conocido, esta vez, no lo hizo como siempre llegadas estas fechas. Se mantuvo pertrechado a la espera de mejores tiempos libres de virus familiares, ausencias primerizas y encuentros que no fueron tales por inexistentes.
Unas navidades que me acercaron a un final anunciado de antemano.
Unas navidades en cierto modo con el cambio de marchas en modo automático. Anclado en un transcurrir de días tachados en un calendario sin números que remarcar para el recuerdo, más allá de alguna sorpresa casi prevista.
Espiritualmente, navegando en aguas tranquilas alejado de puertos habituales; humanamente, navegando en aguas casi tan tranquilas que pudieran parecer estancadas.
Resultado, ninguna de esas aguas son mis favoritas. Prefiero la navegación a ratos de aguas turbulentas, de olas encrestadas sin crispación y de corazones y almas alerta en devenires con acción.
La rutina, la quietud y las perspectivas enterradas, nunca fueron buen timón para quien desee la bravura del buen marino de espíritu.
Pero de todo lo negativo, siempre se puede extraer aquello que no lo es tanto. Y en ese aspecto, despejé dudas. Las cartas marcadas o no, dieron su vuelta en la mesa y descubrieron faroles y jugadas arriesgadas. Sé perfectamente con quien quiero jugar a ser mejor y de qué me debo alejar si no quiero ser peor.
El modo pausa al que me refería no hace tanto, debe ser pulsado para jugar nuevamente al play de la vida que Dios quiera que viva y que parece indicarme claramente que debe encarar proas a otros rumbos.
Así que a roscón, chocolates y  papeles de regalo pasados, desplego velas que sin ceras, son sinceras.