Me
une con él, ante todo, la devoción por Cristo. Y me une también con él una
cerveza compartida en buenos ratos de charlas.
Esos
tercios o botellines de buena Mahou han ido marcando la necesidad de juntarnos
tras compartir celebraciones eucarísticas de días corrientes y no tanto.
Hablar
de la vida, la política, los hijos, son temas habituales en nuestras charlas. Y
curiosamente, siempre llegamos a un acuerdo.
Este
hombre, lleva inmerso un tiempo en conjeturas de salud que por desgracia, han
dado pie a la realidad nunca deseada de un cáncer en este caso, de garganta.
Muchos
han sido los rezos no sólo míos sino de toda la gente que de una u otra manera
le quiere y aprecia, para que lo que comenzó en unas molestias, no acabaran
siendo un diagnóstico negativo.
Pero
como en tantas otras cosas, no somos dueños de nuestro destino y la realidad es
tan pura como dura.
No
contenta con eso, la fatalidad quiso que el mismo día y casi a la misma hora de
recibir tan mala noticia, sus preocupaciones aumentaran cuando en el mismo
hospital y urgentemente, era ingresada su nuera porque la bolsa de líquido
amniótico del hijo que esperaba se había roto con más de un mes de antelación.
Han
pasado ya unos días y aunque pueda resultar una incongruencia total, pienso y
estoy convencido de que ambos hechos ocurridos casi al unísono, son una gran
muestra del amor que Dios tiene por este hombre.
Porque
el hecho de desviar el pensamiento de su enfermedad al inminente nacimiento de
un nuevo ser, psicológica y moralmente, le ha hecho más que mucha medicación.
Han
transcurrido pocos días desde entonces; ese niño nació bien y es una bendición para ese
orgulloso abuelo al que se le nublan los ojos al hablar de él y creo que ha sido
insuflado por una fuerza que le va a hacer afrontar este difícil reto con todas
las garantías de éxito.
Compañía
no le va a faltar; amigos, tampoco y peticiones al de Arriba para curarlo, se
contarán por cientos.
Y
cuando pase un tiempo y hablemos de esto como un mal sueño, discutiremos como
dos buenos amigos birras en mano, sobre las formas tan extrañas que tiene
nuestro Amigo común para demostrarnos su amistad.