"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

lunes, 16 de febrero de 2015

Huellas


Una noche en sueños vi
que con Jesús caminaba
junto a la orilla del mar
bajo una luna plateada.

Soñé que veía en los cielos
mi vida representada
en una serie de escenas,
que en silencio contemplaba.

Dos pares de firmes huellas
en la arena iban quedando
mientras con Jesús andaba,
como amigos conversando.

Miraba atento esas huellas
reflejadas en el cielo,
pero algo extraño observé
y sentí gran desconsuelo.

Observé que algunas veces
al reparar en las huellas,
en vez de ver dos pares,
veía sólo un par de ellas.

Y observaba también yo
que aquel solo par de huellas
se advertían mayormente
en mis noches sin estrellas,

en las horas de mi vida
llenas de angustia y tristeza,
cuando el alma necesita
más consuelo y fortaleza.

Pregunté triste a Jesús:
Señor, ¿tú no me has prometido
que en mis horas de aflicción
siempre andarías conmigo?

Noto con tristeza
que en medio de mis querellas,
cuando más siento el sufrir,
veo sólo un par de huellas.

¿Dónde están las otras dos
que indican tu compañía
cuando la tormenta azota
sin piedad la vida mía?

Y Jesús me contestó
con ternura y comprensión:
Escucha bien, hijo mío,
entiendo tu confusión

siempre te amé y te amaré
y en tus horas de dolor
siempre a tu lado estaré
para mostrarte mi amor.

Mas si ves sólo dos huellas
en la arena al caminar,
y no ves las otras dos
que se debieran notar,


es que en tu hora afligida,
cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas…
porque te llevo en mis brazos.


(Anónimo)




Reflexiones:

Una de las más hermosas poesías que jamás pude leer y que más me ha hecho reflexionar.
¿Cuántas veces hemos mirado al cielo y nos hemos preguntado por qué?

Muchas han sido las ocasiones en las que me he sentido sólo, desgraciado, abandonado incluso por Dios. Y nunca me he parado a pensar que de todo mal, de toda contrariedad, no debemos mirar únicamente aquello que nos produce desasosiego.

Es muy difícil, pero soy de la opinión que cuando la vida nos da la espalda, deberíamos extraer de ella, lo bueno que en el fondo, siempre encierra.

Dice el refrán que “no hay mal que por bien no venga”. Creo que es una verdad a pie juntillas.
Si soy creyente, ¿cómo puedo pensar que Dios me ha abandonado?

Puede que en ocasiones, no encuentre o no sienta su compañía. Pero ¿me he parado a pensar si no seré yo el que con mis imperfecciones, he jugado al escondite con ese Amigo del que nunca deberíamos escondernos?
Los caminos del Señor, son inescrutables y puede que al caminar por esa orilla veamos sólo dos huellas; pero si nos fijamos bien, siempre esas huellas, dejarán marcas más profundas y nos harán recordar que nunca, nunca, caminamos solos.

¿Qué opináis?