"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

lunes, 15 de julio de 2019

Un vaso nuevo

Ciertamente echaba de menos alguna que otra de esas “Diosidades” que no hace mucho me dejaban perplejo con sus señales inequívocas.

Acudir a un banco de iglesia diferente, de estrecha madera, endeble sujeción y reclinatorio no apto para pieles delicadas, no es problema alguno cuando lo que se busca es lo perdido.

Degustar no sólo el Pan con mayúscula sino también la Palabra escuchada, es manjar al alcance de quien no perdió el hambre, pero sí las ganas.

Acudir con tiempo, una costumbre; meditar en silencio, una obligación.

A mi derecha, me acompaña una gruesa encuadernación de mil cantos de iglesia. Me llama la atención y decido abrir por cualquier página.

¿Conoceré su composición? ¿Sonará en mi mente música amiga?

Pues no; pero sus letras me confunden primero, me golpean después y me dibujan media mueca de sonrisa.

Dan en el clavo; letras que hablan de renovación, de un alfarero, de un vaso nuevo.

Justamente lo que necesito; renovarme por dentro para poder brillar por fuera; modelar y recomponer la arcilla de mi alma adormecida. Todo eso necesito y más.

Quedarme con la copla de sus letras fue fácil a ojos vista de un click de cámara. Tiempo habría de buscar sus músicas.

Comienza la liturgia y se escuchan esas otras Letras escritas en papel sagrado. Un evangelio que nos habla de un herido, un sacerdote, un levita y un buen samaritano. Una homilía certera; una explicación perfecta y esta vez la “bofetada” cariñosa la recibo con toda su crudeza y esplendor.

¿Actuaron mal ese sacerdote y ese levita al pasar de largo del herido en tierra?

No; actuaron conforme a la ley de entonces para no quedar impuros con su sangre y heridas.

Con esa explicación mi mente regresó de aquel entonces de hace más de dos mil años, al mundo actual. A mi mundo de hoy.

No hay heridos en tierra ni sangre vertida; pero sí que existen personas heridas en su orgullo, heridas en su alma, golpeadas en su fe en quien más debían buscar consuelo y no hallaron.

Los sacerdotes de entonces, siguen cumpliendo la ley hoy y aquí. Asépticos en su modo de actuar, se limitan a cubrir expedientes sin más comas ni puntos y seguidos que añadir al trabajo encomendado.

No ir más allá como hace muy poco recomendaba el propio Papa, hace de su labor un vaso viejo de caras jóvenes que conocen leyes pero no conocen personas heridas que buscando sanadores de almas, sólo encuentran a quien simplemente extiende sus recetas.

Así puedo entender aptitudes teológicas pero no las actitudes humanas de quienes deberían ser pastores, consejeros y si me apuran, incluso amigos.

Y me duele, aunque ahora lo entiendo. No me percaté antes y aunque no comparta pensamientos, seguiré rezando por quienes sólo ven asépticas leyes donde yo quisiera ver un corazón latiendo.

Sin acritud hacia nadie; entendiendo sin compartir, compartiendo sin entender, mientras un hermoso canto suena…