Suena
a ricos sin serlo; puede parecer pretencioso sin pretenderlo; incluso sonará a
descabellado sin más, pero sinceramente llegado el punto en el que se debe
elegir, opto por esta opción.
La
fe para mí, no es un trabajo aunque en ocasiones sea trabajosa. La fe (y hablo
siempre a nivel personal), es un sentimiento. La tengo, o no la tengo; la
siento, o no la siento.
Podré
tener mil altibajos; mis días gloriosos y aquellos otros de solitario desierto; pero la fe, mi fe, sigue ahí inquebrantable gracias Al de
siempre.
No
obstante, eso no significa que como humano que soy, como pecador entre
pecadores, sea un perfecto cristiano. Y como tal, también tengo mis
debilidades, mis defectos y mis contrasentidos. Quizás entre todos ellos aunque
habrá quien piense que no lo es, me ronda siempre por la cabeza que la rutina
no debe ser buena nunca. Que hacer muchas repeticiones de algo, acabará siempre
en un automatismo del que huyo y más en la fe en este caso en mi entorno
parroquial.
Quien
me conoce, independientemente de si me aprecia o no, podrá decir muchas cosas
de mí; pero si alguien dijera que no me he involucrado en mi parroquia y sus
parroquianos, mentiría como un bellaco.
En
mi interior desde hace ya algún tiempo, viene anidando un sentimiento de hastío
que ha asentado sus bases en mi conciencia y es ahora cuando ésta me obliga a
actuar.
Cuando
uno no se siente parroquiano en su parroquia; cuando uno no se siente alegremente
llamado por campanas y los miércoles no dejan de ser un día más entre semana,
es que algo no marcha. Cuando uno además se siente oveja sin pastor, es hora de
buscar nuevos prados.
Cuando
veo en la gente corriente (por ser la que corrientemente veo en los dominios de
alta torre) más espaldas que frontales, es hora de apartarse y buscar otros
caminos.
A
la misma hora, en el mismo lugar, con los mismos protagonistas, bostezos y
naturalidades que hace tiempo se perdieron, es tener un encuentro con la
mediocridad de una vida sin más. Ir por ir, perder el humor que siempre
existió, cerrar oídos voluntariamente a sapiencias extremas de libros leídos y
sentimientos no hallados, no es un buen camino cristiano ni una forma para mí
de vivir la fe, mi fe, con alegría. Aparentar lo que uno no siente es para mí falsedad
y nada más alejado de mí que serlo.
Alrededor
de una mesa, comenzó una hermosa historia que ahora doy por cerrada; será un
buen recuerdo de lo que fue y ya no es. Miércoles de cansancios pero de
alegrías por encuentros, rezos de un rosario o simplemente de mantel, viandas y
risas quedarán atrás sin acritud, pero con la firmeza de una decisión que creo
es la mejor para mí y mis alrededores.
Es
hora de cerrar círculo con los míos; es hora de mirar más de puertas para
adentro, es hora de regresar al encuentro de la Palabra en lugares en los que
más que ver u oír, pueda llegar a sentir y escuchar lo que siempre sentí al
sentarme en un banco de cualquier lugar con olor a incienso.
No
padezco envidias, ni creo que mi pecado se traduzca en orgullos sin fundamento;
simple y llanamente, me cansé de falsedades; me cansé de buenas palabras de
diccionario, me cansé de gentes que sonríen como hienas amigables. Me cansé de
la rutina.
Dineros
no tengo, pero soy millonario en intenciones y miradas al cielo buscando una
respuesta que siempre suelo encontrar. Y como millonario que soy, voy a
permitirme el gran lujo de hacer de mi capa un sayo, de mis ideas intenciones y
de los míos lo más y mejor.
El
tiempo de este estado sabático, sólo Dios lo sabrá y sólo Él hará que eche o no
de menos lo que ahora alejo de mí.
La
gente que aprecio, me aprecia y extiende su cariño real y no ficticio a los que
conmigo viven y por los que vivo, sabrán de mí como siempre y pueden estar
seguros que no me tendrán lejos en pensamiento, palabra, obra y sin omisión.