"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

miércoles, 3 de abril de 2019

Una estación, una caída, una mirada



La impaciencia, me atrapa; la necesidad, me corroe.

Tuvieron que sucederse días y semanas para encontrar nuevamente un remanso de meditación y presencia real.

Una noche más, en el Santísimo cara a cara con Él; pero no una noche como tantas últimamente.

A mi mente, vino una escena; a mis ojos unas letras, una historia, un relato escrito en hojas blancas.

Un Vía Crucis con antigüedad de un año y realizado, meditado y expuesto por una juventud italiana que contentó a Papa, clero y feligreses en un lugar llamado Roma en la Semana Santa del pasado año.

Lo leí con atención, lo sentí con devoción y me detuve en una de sus estaciones con parada y estancia larga.

Novena estación, decía hablando de una tercera caída del Señor.

Mi mente divagó, mi pensamiento viajó a una calle polvorienta, adornada con gritos y negras almas vociferantes.

Un Hombre herido, maltratado, vejado, cae al suelo y yo con Él.

Ambos mordimos el polvo; ambos nos miramos; frente a mí, una cara ensangrentada, irreconocible por los golpes certeros y unos ojos cargados de un extraño sufrimiento. Unos ojos agónicos iluminados por el color de la esperanza y el perdón. Frente a ellos, un tipo que cayó en la cuenta de un error; caído bajo el peso de su orgullo y el desamparo de sus actos. Un tipo de estupidez inconsciente, de manos inútiles a la hora de ofrecerse como debiera al prójimo por su intolerante tolerancia. Un tipo que quiere y no puede, que puede y en muchas ocasiones no quiere.

Un tipo que necesitaría aprender a caer como un niño para levantarse como un hombre nuevo, distinto, mejor.

Hacerlo con la piel herida, los rasguños y el alma en carne viva; un tipo que quisiera poder encontrar siempre Tu Santo Rostro en cada una de sus caídas y que mirándote escuchara de Tus ojos:

“Levantémonos juntos y sigamos nuestro camino a la Gloria”