"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

domingo, 5 de abril de 2015

El corredor

Toda su vida estuvo marcada por el esfuerzo, por un afán de superación, por alcanzar metas. Día a día, se entrenó para ello.

 Compartió penurias, alegrías, éxitos y también fracasos. Muchas veces, tuvo que entrenar solo; pero no le importaba, porque en el fondo, sabía que todo gran esfuerzo requiere también el sufrimiento de la soledad.

Poco a poco, fue destacándose de los demás llegando a ser punto de mira de esa mala compañera de viaje llamada envidia.

Muchos fueron los que le envidiaron; otros, le adoraron; los más, ni tan siquiera habían oído hablar de él, e incluso algunos, recelaron, murmuraron y llegaron a odiarle. Pero su dignidad, su bondad, humildad y una infinita dosis de paciencia le llevaron a no cejar en el empeño y siguió entrenando con más y más fuerza para llegado el gran día, cruzar la meta como gran triunfador de la carrera más dura e ilusionante a la que se inscribió.

Los brazos abiertos, abrazando el mundo. Los brazos en alto, en señal de triunfo; la mirada agónica, dulce y compasiva a la vez, de quien llega exhausto a la meta, sintiéndose y siendo el gran vencedor.

No sonaron aplausos, mucho menos ovaciones y nadie se atrevió a colgarle una medalla; ninguna bandera se izó y ningún himno sonó, pero ese corredor ganó y nos hizo ganar la carrera más importante de la historia:



LA VIDA ETERNA