Un
Señor dio media vuelta en la noche cerrada mojada en lluvia. La
ilusión era grande, pero la vista al frente se perdió en lo que
pudo haber sido y no fue.
Días
de ensayo; días de hombro con hombro y pies izquierdos iniciando
marcha, para acabar regresando por sus propios pasos dieciocho
hombres de fe que vieron frustrado el esfuerzo, empeño y esperanza
en un camino de catorce estaciones que se quedó solamente en tres.
Fueron
simplemente tres, pero como buen perfume, dejaron su esencia en mí.
El
roce de la madera en mi cara; el peso en hombro derecho y el oído
atento a las órdenes, no eran nada comparado a ese cielo en lo alto.
Mirar
al crucificado, su melena y cuerpo tallado; su silencio roto sólo
por el crepitar de una lluvia que vertía sus aguas cada vez con
mayor intensidad, me transportó a otro lugar, a otra vida.
Me
vi a los pies de otra cruz llena de muerte y Gloria; de ira y
Esperanza; de castigo y Salvación.
Sin
velo rasgado en ningún Templo, pero con el alma a años luz de donde
mis pies se asentaban.
Tuve
tiempo de hablarle a Él llamándole Padre mío, Padre nuestro;
incluso me dirigí a la Llena de Gracia. Y a punto estuve de
glorificar a las Tres Personas, cuando una voz sonó fuerte y bajó
de golpe el telón de mis ensoñaciones.
¡Abortamos!,
gritó alguien.
¿Abortamos?
pensé yo, no sin ese humor repentino que a ráfagas me sacude.
Porque hablar de aborto entre cristianos en una celebración tan
especial, sonaba a cierto humor inglés de la parte baja de la Gran
Bretaña.
El
caso es que me vi empujado por mí y por todos mis compañeros en una
media vuelta sin ápice de elegancia buscando el refugio de la
Catedral que nos vio salir.
No
puedo hablar de frustración; no puedo pensar en malas suertes, ni en
rabias contenidas por misión incumplida.
Hablaré
de voluntad. De la voluntad de unos hombres que sin poder, quisieron
y de Aquel del que siempre proclamaremos “Hágase Su voluntad”.
P.D.
Dedicado a todos los que participaron de una u otra forma en un Via
Crucis que una pertinaz lluvia frustró, pero que la fe nos hará
celebrar siempre.