"Quisiera saber llorar como un niño para sentirme mejor hombre"
"Vivo para creer; creo para vivir"

viernes, 2 de noviembre de 2018

El mal tiene dos caras

Hay que ser muy valiente para hacer lo que una mujer hizo. Perdonar, no es fácil; hacerlo en público, aún menos.
Unos lo llamarán instinto; otros, locura; yo le llamo valentía y fe en Quien merece tenerla.

Fue y en cierto modo sigue siendo grande el daño hecho a una familia por quien debiera ser ejemplo de todo lo contrario a lo que sus actos provocaron.
Esconderse bajo sonrisas, bondades presupuestas, buenos rollos y colegueos de hombre joven, no debiera ser el modus operandi de un mal disfrazado de hipocresía.
Y digo y le llamo “mal”, porque fue un mal el que pasó al lado de esa mujer mientras ésta guardaba silencio en oraciones hacia un Señor expuesto.
Mil imágenes, lágrimas y hechos contrastados vinieron a su mente y revolvieron aquello que en lo oscuro del corazón aún está sin depurar y revuelve tripas y recuerdos de unos tiempos cercanos que quisiera ella y quisiéramos algunos alejar a la velocidad de la mayor de las tempestades.
Pero una voz, Esa Voz que quien tiene verdadera fe lleva dentro, le dijo:
“Detente, piensa y perdona”
Y así lo hizo; en un arrebato de valentía, determinación y bondad se levantó, dio unos pasos y se dirigió directa a un micrófono que esperaba a toda persona que quisiera testimoniar en público una lección.
Esta mujer nos aleccionó, sí. Lo hizo mirando directamente a los ojos del mal y pronunciando sólo palabras de reconciliación y perdón.
¿Qué recibió a cambio?
La cobardía de quien aparta la mirada; el silencio del traidor; la soledad de quien estando acompañado vaga por desiertos por los que solo los miserables saben caminar.
Aunque pudiera parecer lo contrario, no me mueve el odio en mis palabras; me mueve la justicia de quien quiere ser justo; me mueve mi aversión total al hipócrita, al cobarde, al fariseo, al Judas, que osa abrazar a puñaladas en nombre de Cristo y vistiendo sotanas.
Ni tan siquiera me mueve que esa mujer que habló fuera la mía. Me mueve el simple y grave hecho de que esa maldad con sus dos caras de miserable y cobarde, vista ropajes de quien debiera caminar por sendas de santidad.
En su pecado, llevará su penitencia y en nuestros corazones se mezclarán para siempre el perdón, la justicia y el olvido.