Vaivenes
da la vida constantemente; eso es normal. Lo que ya no es tanto, es
que nosotros mismos nos movamos a un ritmo parecido al de un barco
sin rumbo ni timón a merced de vientos y mareas.
Cuando
el creyente o aquel que pretende aparentar serlo se dedica más al
lamento, la crítica, el enfado, el remordimiento, resentimiento o
inestabilidad emocional, se produce la renuncia del bien del alma.
Quien
ha sabido lo que es sentir la mano amiga y el cobijo del Espíritu en
la vida fácil, también debiera saber que esa mano y ese cobijo se
hacen aún más presentes en quien atraviesa dificultades más o
menos graves.
No
es excusa sentirse azotado por la vida; mayores azotes reciben
personas que seguramente lo merecieron menos.
Quien
así se siente, reniega de sus principios, reniega de sí mismo;
reniega de la fe.
Convertir
personas en fantasmas, días en despropósitos rutinarios u oraciones
en retailas con forma pero sin fondo, lleva al desconcierto, al
desconsuelo, al negativismo, la desprotección, la angustia y los
sudores fríos.
Y
Alguien dijo una vez “Venid a mí los que os sintáis agobiados,
que Yo os aliviaré…”
Un
renegado con nombre y apellidos idénticos a los míos, dirigió sus
pasos mecánicamente a la capilla de siempre, a la hora habitual y
los mismos bancos vestidos de soledad.
Una
soledad que lo acogió como siempre; pero una de esas soledades que
en silencio, le habló como hacía tiempo no lo hacía.
Varias
fueron las palabras que resonaron en esa estancia aunque sólo las
escuchara el corazón de quien sentado en silencio mantuvo, supo y
quiso por fin, mirar al frente con el alma de par en par:
FUERZA,
FE, FAMILIA, SERENIDAD, ORACIÓN, CONFIANZA… se agruparon en
pensamientos lúcidos de quien llegó envuelto en tinieblas de
desbocada vida.
La
cobardía, dio paso a la determinación; los humos negros, cambiaron
a fumata blanca; los pasos tristes de la ida, se transformaron en
otros alegres que desandaron lo andado en un principio con la cabeza
gacha.
Las
maldiciones interiores y los interrogantes en la mirada, se
transformaron en admiraciones de carga positiva repelentes al
desconsuelo.
El
día amaneció con un mismo sol asomando por el este; pero su
tonalidad a pesar del cansancio de alma y cuerpo, no es la misma en
ese renegado que hoy espera volver a desenfundar su mejor arma, la de
la fe, cargando su recámara con dosis de perdón y comunión con Él,
conmigo, con todos.