En uno de esos momentos de
autoestima por los suelos; cuando los pilares de mi fe parecían sufrir los
vaivenes del pesimismo; cuando alcanzando la cima de la euforia espiritual no
he sabido frenar la caída desde tan alto, siempre el Señor, siempre Él, acude
en mi ayuda.
No merezco su mirada y la
tengo; no hice méritos de premio y fui premiado.
Un mensaje, una invitación
me llevó un día como hoy a la habitación 335 de un hospital cualquiera.
En esa habitación, una mujer
débil en cuerpo, pero infatigable en alma, me recibió con sus grandes ojos de
siempre y su sonrisa con sabor a sinceridad.
Seis personas y un solo Dios
fuimos testigos del mayor y más grande misterio que el Creador ha dado al
hombre y dará.
La entrega, el sacrificio,
el mayor de los amores que nunca hubo ni habrá, se hizo presente en medio de
esas cuatro paredes.
No habrá para mí un altar
tan pequeño que contenga una fe tan grande.
No existirá recuerdo de una
celebración tan especial como la que he vivido hoy. Desde la humildad, la mayor
de las grandezas.
Notar el calor de una mano
amiga que aprieta la mía mientras los presentes rezamos esa oración de un Padre
que hoy fue más Nuestro que nunca.
Comer Su Carne, beber Su
Sangre, fue un acto hermoso, íntimo; un acto que me llevó en segundos a otros
tiempos, a otras gentes que asombradas y en una intimidad como la de hoy, compartieron
ese mismo pan con Quien estando presente, eternamente nos acompaña desde
entonces.
Dicen que los caminos del
Señor son inescrutables; hoy al menos, no lo fueron para mí.
Hoy sentí más que nunca que
Dios pone en mi camino ángeles sin alas; ángeles que con su dolor, con su
enfermedad, con su lucha, con su cariño, con su amistad, arropan mi fe y me
protegen de mis miserias.
Yo hoy he tocado, he sentido
un pedacito de Cielo.
Y aunque todo esto pueda
sonar a un hermoso cuento de Navidad, creo que lo mejor de él es que no lo es.
Mañana será otro día, pero
el de hoy, no quiero que acabe nunca.
Dedicado a Laura; esa amiga,
ese ángel sin alas que quiso que yo estuviera allí. Tu lucha es nuestra fuerza.
Tu fe es la mía.