Llegó de puntillas, pero llegó la Navidad; aquella tan amada por unos, denostada por otros y disfrazada de rechazo por muchos que sin saberlo, de uno u otro modo también la albergan en sus corazones.
Este año, quizás la reservo para mí; sin estridencias, sin algarabías, sin accesos de bondad exagerada, sin panderetas, sin felicitaciones grupales ¿sin alegría?...
Quizás ese interrogante se marca en mi cerebro de punta a punta sin una
respuesta que no admita discusión.
Ha sido un año difícil éste que hemos vivido, que seguimos viviendo en un
estado pandémico no sólo por el virus.
La desidia, el mal humor, la impaciencia, el miedo…
Todo ayudó para que siendo un año más, se recuerde como aquel maldito año
que sacó lo mejor y lo peor de muchos entre los que me incluyo.
Y luego está la fe. Esa que unas veces me persigue y otras asemejo
esconder por no negar en cierto modo. Vaivenes que me hacen estar vivo en mares
llenos de tempestades. Pero cuando la duda aparece, la certeza se hace más
presente a golpe de Presencia sentida en el fondo de mí. ¡Esa suerte tengo!
Y si faltara algún detalle, hemos vivido una conjunción de planetas que
me han llevado a un desierto, a unos personajes que hace dos mil años también
siguieron una estrella muy brillante que ha iluminado e iluminará siempre los
corazones de la gente de bien.
A toda esa gente, mi felicitación más sincera y el deseo de un año, de un
mundo mejor que éste.
¡¡¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD!!!