Nombrar
balas cuando de fe se habla, pudiera parecer un contrasentido; pero
no lo es. Me inspira un hombre, un amigo, un hermano en la fe.
Una
persona por la que siento profundo respeto y cariño. Una de esas
personas que no sabes a ciencia cierta si la encontraste en el
camino, o simplemente Dios la puso en tu vida.
Un
señor en todos los sentidos de la palabra que dentro de un aspecto
de pistolero que no perdona, lleva escondida una cartuchera repleta
de alma y corazón de oro.
Mil
batallas ha bregado. La última, frente a un enemigo que quiso vivir
en su garganta sin pagar alquiler. Contra él luchó, sufrió y ganó.
Tuvo que dejar en el camino notas altas, malos humos y quizás muchas
cervezas, pero pudo salir victorioso.
La
fe fue su mejor arma; la paciencia, su mejor virtud.
Si
de amigos hablo, debo hablar de él porque es amigo quien te busca
con la mirada y te da la paz a distancia; quien sonríe tus risas y
se ahoga con tus lágrimas; quien te escucha más que oye mirándote
a los ojos; quien confía en mí más que yo mismo; quien reza por mí
y los míos como si fueran suyos; ese es mi amigo el pistolero.
A
ese pistolero le reclama ahora un nuevo matón que llegó a la ciudad
y se ha escondido en los bajos fondos de su pulmón. Agazapado, ha
sido descubierto y comienza la batalla, el duelo, la lucha.
Otra
guerra, otro enemigo a batir, otra fe y fortaleza puestos a prueba.
Y
ese hombre, me sigue dando lecciones de vida, lecciones de fe. Porque
como siempre y mirándome a los ojos, me dijo no hace mucho:
“No
me asusta la enfermedad, el dolor, las pruebas; lo que realmente me
asusta es que llegue a tener un bajón de fe”
¿Qué
pude decirle entonces? Nada.
Las
palabras que me faltaron y las circunstancias de más gentes que
aparecieron en escena, me impidieron hablarle aunque fuera con los
ojos.
Pero
habrá más momentos, más ocasiones en las que dialogar y
convencerle que jamás podrá ocurrir tal cosa porque esa guardia,
esa fortaleza, ese don que sólo unos pocos como él tienen, se verán
reforzados por algo que todo buen pistolero suele llevar: una bala en
la recámara.
Y
esa bala seremos todos los que de un modo u otro sentimos su lucha,
sentimos su amistad, sentimos su fe.
* Con todo mi apoyo, cariño y amistad al pistolero de esta historia