Toda
carrera tiene su salida cierta y su meta marcada con el símbolo de
la incógnita.
Prepararse
física y mentalmente, requiere de un esfuerzo y constancia si lo que
se pretende es llegar a finalizarla.
Ayer
asistí al banderazo de salida de un proyecto cuyo fin no es otro que
el de aunar voluntades y poner orden en corazones que buscando fe,
necesitan afianzarla.
Nuestro
director de carrera, no se deja ver, pero se presiente; no ahoga,
pero aprieta; no duerme en laureles, pero esculpe conciencias
asombradas.
Más
de una veintena de hombres serán los encargados de pensar, obrar y
orar para que lo recién sembrado crezca en el corazón de una
parroquia que siendo grande, lo quiere ser más.
La
empresa no es fácil; despertar del letargo una fe quizás demasiado
anquilosada en sus costumbres, no es tarea simple.
Pero
el cristiano, el buen cristiano no debiera sentarse simplemente a
mirar trenes de ida y vuelta. Alguna vez debería subir a uno de
ellos aún a sabiendas de que el destino, con final feliz, también
entraña sus dificultades.
Muchos
hombres en esa primera reunión, se abrazaron en comunión pidiendo,
invocando, dejándose llevar por un triunfo que siendo futuro ya se
quiere hacer presente.
Y
en medio de ese círculo, de ese grupo, siempre Él. Aquel cuyo
nombre es conocido aunque en ocasiones escondamos en pensamiento,
palabra, obra u omisión.
Sí,
el Espíritu Santo estaba allí; haciendo hablar al callado; haciendo
amigo al desconocido; haciendo beber de Su esencia al mayor de los
abstemios.
Hubo
nombres diversos, presentaciones individuales y retazos del proyecto.
Pero
ante todo, esa sala, se vistió de esperanza; se engalanó de fe.
No
me equivoco si digo que hubo abrazos sin abrazo; miradas cómplices
bañadas en positivismo; futuros cercanos siendo lejanos.
En
definitiva, ayer rememoré ese Espíritu de Emaús que un día allá
por octubre me sacudió con fuerza y me acompaña desde entonces.
Comienza
aquí, en mi parroquia, ese camino de Emaús que siendo de momento
sólo de ida, queremos, deseamos y pedimos nos lleve de vuelta para
anunciar la Buena Nueva.
¡JESUCRISTO
HA RESUCITADO, EN VERDAD HA RESUCITADO!