Es
la paz en soledad o la soledad en paz. Un pequeño viento y poco más.
Ese
es mi estado espiritual actual. Diríase que es un estado deseable para todo
cristiano; pero después de tres meses sin aparecer por aquí; de tres meses
dejándome llevar por esa corriente del conformismo en el que me he lanzado sin
salvavidas, es hora de decir alto y claro…
¡¡¡BASTA!!!
¿Este
es el creyente que quiero ser? ¿Aquel que se acomoda en las costumbres de una
vida mediocre, de oraciones, presignaciones y meditaciones sin meditar?
¡¡¡NO!!!
Es
hora de volver a las andadas; de pelear y defenderme de mí mismo a la hora de
mantenerme vigilante ante las acechanzas del demonio llamado pereza.
Es
hora de quitarle las baterías al autómata de espíritu en el que me estoy
convirtiendo.
Es
hora de escuchar campanas sin campanario; oler inciensos sin olfato y leer con
ojos de corazón lo que los oculares sólo se atreven a seguir en orden.
No
puedo permitir visitar capillas sin ver a Dios, sin pedir, sin escuchar, sin
sentir.
Sin
forzar, me dejaré llevar, guiar y aconsejar nuevamente por Quien siempre está y
no siempre descubro.
Mi
mayor sacrificio, debe ser nuevamente el realizarlos. Sólo así, mente y cuerpo
seguirán siendo dos en uno y lo que ahora es un mar, podrá volver a ser un alma
en calma.