No hay mejor amigo que el que sin estar, siempre acompaña.
El que en las buenas deja su mano y en las malas, me abrazó y llenó de
protección.
Verano extraño, de dolores y enfermedad a cuestas; nunca
antes quizás merecieron más las letras y acciones ser escritas y compartidas
aquí con Él, bis a bis como durante estos meses.
Sin embargo, opté por dar callada por respuesta. Por
interiorizarme hasta el extremo de no compartir cargas y hacer más llevaderas
las contrariedades.
Risas hubo; fiesta y boato, también. Músicas, bodas,
brindis y jolgorio, no faltaron; pero sentado hoy en el mismo banco de siempre
a altas horas de la madrugada, miro fijamente a mi Amigo y me pregunto:
Escudado en el verano ¿yo también te abandoné?
Y la respuesta a modo de pelota que golpea la pared y me
devuelve el golpe, es que sí.
Nunca es tarde para recapacitar, ni pronto para pedir
perdón.
Vuelvo al Amigo; regreso a esa charla que nunca debí dejar.
Retorno al sabor de la cerveza acompañado de quien mejor
sabe beber conmigo:
“Mi Dios y sin embargo, Amigo”